La guerra comercial desatada por Donald Trump ha puesto patas arriba las relaciones entre EEUU y la Unión Europea. Ni siquiera la tregua arancelaria de 90 días ha rebajado la tensión entre ambas administraciones. Sobre todo a este lado del Atlántico, desde donde se ha visto quebrada de un plumazo la confianza que había permitido décadas de buen entendimiento y fluidas relaciones comerciales. Un entendimiento sostenido en el tiempo, pese a las reticencias con las que la Casa Blanca saludó en 1992 el Tratado de Maastricht -que afianzó la UE tal y como hoy la conocemos- y con las que volvió a recibir, diez años después, la implantación del euro ante el temor de que la moneda europea compitiera de tú a tú con el dólar.
Hoy, sin embargo, esas décadas de acuerdos estratégicos que abarcaban mucho más que la esfera puramente comercial están en entredicho por el proceder del estrambótico presidente estadounidense y de su estrecho círculo de colaboradores. Lo ha experimentado en primera persona esta semana el ministro de Economía, Carlos Cuerpo, durante su encuentro con el secretario del Tesoro, Scott Bessent, que Washington despachó con un duro comunicado en el que incluso eludió incluir las habituales coletillas protocolarias. Una reunión, por cierto, que se produjo después de que Bessent ya hubiera mantenido sendas reuniones con los ministros de Economía francés y alemán.
A nadie se le escapa que EEUU no se siente en absoluto cómodo con una UE fuerte y cohesionada, de ahí que intente buscar grietas entre los socios comunitarios. En este volátil escenario, Bruselas parece resistir mejor las acometidas derivadas de la guerra arancelaria, donde el alza del euro y la caída de precios de la energía han llevado al Banco Central Europeo a una nueva bajada de los tipos de interés con la que se pretende paliar la inquietud sobre el crecimiento económico.
Y mientras Europa camina hacia la desinflación, Trump sigue dando muestras de nerviosismo al comprobar que su cruzada económica no marcha como la tenía pensada. Prueba de ello es que este jueves pidió el despido del presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, tras reclamarle un recorte de los tipos de interés, que no se atreve a aplicar precisamente porque la inflación dista mucho de estar controlada en EEUU.