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Mar de fondo

Xabi Larrañaga

¡Viva Honduras!

Las visitas de Mario Vargas Llosa a NavarraDIARIO DE NOTICIAS

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Podría ser Málaga, Oviedo o Albacete, pero pongamos Lugo. Por allí apareció tras ser recogido por un Audi en el aeropuerto, contemplar el paisaje y exclamar: “¡Qué verde es la campiña gallega!”. Comió de lo lindo, soltó una charla, se alojó en un hotelazo y, cuando le dejaron un libro en la recepción para firmarlo, preguntó si era de alguien importante. Confirmada la hidalguía, se lo dedicó afectuosamente. Cuenta el cronista que por la excursión “pidió una cantidad notable y dio por establecido que los hoteles, restaurantes y coches serían de alta gama”.

Igual España ya no se cruza saltando de finca en finca de los Alba, pero sí uniendo los topónimos donde Mario Vargas Llosa fue agasajado, galardonado, investido, adoptado, homenajeado, honrado, feriado o laureado. Y muy bien tratado y mejor pagado. Quizás no recibió el Premio a la Excelencia Picota del Jerte, que le acaba de caer a otro Mario, Vaquerizo, pero le tocaron variadísimos. Por ser, fue hasta pregonero en la Maestranza de Sevilla y director de la Cátedra Real Madrid. Y él, con un arte encomiable, alabó los caldos navarros cuando le nombraron Bodeguero Mayor del Reyno, los vecinos en la entrega del Prestigio Rioja, los montillanos como Embajador de la Denominación de Origen Protegida y los zamoranos en la Fiesta de la Vendimia de Toro. Para estar en permanente tensión con el poder, al menos al regional vitivinícola no le hizo ascos.

Antes, claro, está su literatura, que se defiende sola. Y su ideología, como todas, discutible. Pero no es un ultraje recordar su faceta paralela de vendepeines. Si escribió La civilización del espectáculo es porque la conocía de primera mano.