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La criada despedida

La criada despedida

Este cuento se acabó. Quien fuera señora de la casa ha sido despedida. Debió haberse marchado mucho antes, cuando la indiferencia comenzó a envolver su presagiada distopía. Con la sexta temporada se termina El cuento de la criada, serie de culto que interpeló sobre los efectos devastadores de la dictadura total del machismo y la religión para las mujeres. La toca blanca y el manto rojo de las esclavas sexuales fueron su simbolismo, que un sector del feminismo hizo suyo para las batucadas del 8-M y que los bazares chinos vendían para carnaval.

Indigno final

Es el indigno final de un relato que al principio fue fiel a la novela de Margaret Atwood y que desfallece como saldo de baratillo por culpa de la autora en su afán de beneficiarse como productora ejecutiva. Por dinero o vanidad, los escritores traicionan su obra. A este crimen de lesa televisión se suma el deterioro interpretativo de Elisabeth Moss, que se atreve como directora de varios capítulos y cede protagonismo a Serena, la esposa del comandante Waterford, reconvertida en grotesco fárrago de lideresa y femme fatale.

Realidad

En sus diez episodios consigue lo imposible: que no ocurra nada, con diálogos fatuos e interminables silencios para encubrir su estafa artística y los bostezos. Abrazando la doctrina de Trump y los teócratas, la tierra de Gilead se ha globalizado en comunidad precintada donde impera la avaricia, mientras los países libres se rinden a una plácida existencia a cambio de pactar su limitada democracia. ¿Para qué recrearlo en la ficción si ya es realidad? Entre nosotros viven comandantes, marthas, jezebels, ojos, guardianas, tías, econowives, ángeles, personajes imaginados hace exactamente 40 años y que hoy triunfan en los telediarios-púlpito de Antena 3.