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La carta del día

Jose Luis Uriz

Adiós, agur, Francisco, amigo

Muere el papa Francisco, su vida en imágenesEFE/Archivo

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Debo reconocer que cuando a eso de las 10 de la mañana del lunes de Pascua, he escuchado al cardenal camarlengo, Kevin Farrell (por cierto irlandés) la fatídica frase de que “Francisco había muerto”, he sentido una profunda tristeza desde mi ateísmo no militante. Ese mismo ateísmo no agresivo con las ideas cristianas que un día lejano profesé, me había hecho simpatizar con un Papa que de alguna manera se asemejaba a mis ideas. En muchas ocasiones me sentía identificado con las proclamas que lanzaba muy alejadas de los anteriores con los que me sentí totalmente confrontado.

En numerosas ocasiones sentí que nos comunicábamos bien, no solo porque los dos utilizamos el castellano para ello, también porque su proximidad a los más necesitados, su defensa de las causas justas, contra las guerras, a favor de los emigrantes y de la justicia social coincidían con las ideas que llevo muchos años defendiendo. Estoy seguro de que en las distancias cortas esa coincidencia habría sido aún mayor.

Quizás la mayor divergencia era cuando se manifestaba en contra del aborto y de la libertad de la mujer sobre su cuerpo. Pero ya habría sido excesivo pedirle que llegara hasta ahí. Quizás el momento de mayor proximidad con Francisco, me llegó escuchando una extraordinaria entrevista que la periodista Angels Barceló hizo a Javier Cercas sobre su reciente libro El loco de Dios en el fin del mundo. En él nuestro más potente intelectual, de los pocos que nos quedan, traslada sus experiencias acompañando al Papa Francisco en su viaje a Mongolia en 2023. Cercas, ateo no militante también, trasladaba su respeto por el personaje al que comunicó su enigma de si realmente su madre recientemente fallecida se habrá reencontrado con su padre muerto unos años antes. El gran interrogante de la humanidad; ¿existe algo después de la muerte?

Al escuchar a Cercas en esa entrevista, me iba confirmando las sensaciones que durante años me iban llegando de Francisco. Ante todo una buena persona, que es lo más grande que se puede decir sobre una personaje ilustre. Por eso este mundo hoy es más pobre aún, porque una parte de la poca bondad que quedaba se nos ha ido.

Sentía que se me iba uno de los nuestros, un amigo aunque no lo conociera. Ante ese vacío, otro interrogante se iba apoderando de mí, un interrogante aún más inquietante si cabe; ¿y ahora qué?

Francisco suponía una especie de dique de contención frente a las negras fuerzas de extrema derecha, que lideradas por el loco americano nos amenazan. Quizás el único con la suficiente autoridad moral para hacerles frente.

Lo ha estado haciendo hasta su último aliento. Hasta su último mensaje el domingo de Resurrección, en contra de las barbaries de Gaza y Ucrania, contra el odio hacia los emigrantes, a favor de la justicia social. Lo dijo en su mensaje de ese día y también con valentía a la cara del emisario del dueño del mundo, su vicepresidente JD Vance. Hoy ese dique de contención contra la arbitrariedad, el sectarismo y la injusticia ya no está.

Ahora la Iglesia debe elegir a su sucesor y aterroriza pensar que se cumpla esa macabra teoría del péndulo, que a un Papa progresista debe sucederle uno conservador.

No será ni lo más conveniente para la humanidad, ni tampoco para la Iglesia. En un momento de crisis donde los fieles se le escapan en masa, su máximo granero lo tiene precisamente en los lugares donde más se va a valorar otro papa en línea con Francisco, incluso más rompedor aún. Es en esa dirección donde tienen su salvación y la nuestra.

Si efectivamente, como señalan, será una elección guiada por el Espíritu Santo, éste no puede producir más desequilibrio situándose del lado de los injustos, del lado de Trump, Milei, Netanyahu y sus cómplices de extrema derecha. Sería terrible.

Esperemos que en ese cónclave la parte del espíritu del Papa bueno Francisco aún sobrevuele sobre la Capilla Sixtina y nos ayude a salvar al mundo. Adiós, agur, Francisco, amigo, por favor échanos una mano. Veremos.