También constituye una obligación pastoral y ecuménica defender los valores de una sociedad democrática cuyos contravalores crecen peligrosamente. En relación al Papa Francisco no puedo olvidar cómo le contestó a Milei sin citarle nominalmente (éste le había acusado al Papa de ser un representante del maligno en la tierra) en plenas elecciones argentinas advirtiendo “cuidado con votar a personajes sin historia que prometen solucionar todos los problemas de un país creando otros mayores”.

Resulta una temeridad especular sobre los sucesores in pectore pero ya existen quinielas con apariencia de veracidad y algunas no dejan de resultar preocupantes al incardinarse en lo que la extrema derecha denomina batalla cultural contra los valores democráticos.

Si resulta elegido el Cardenal Raymond Leo Burke, las misas volverán a celebrarse en latín y de espaldas a los feligreses, las mujeres tendrán como obligación fundamental procrear, colectivos como el LGTBI serán marcados con el estigma del pecado. Este es uno de los que suena como papable.

Si resulta elegido el Cardenal Malcolm Ranjith, asiático, la recuperación de un concepto arcaico de familia constituida por un varón con poderes plenipotenciarios, una mujer sumisa y dedicada a las labores del hogar, con funciones subsidiarias en el ámbito del ritual católico y negacionista y estigmatizador de las identidades homosexuales o transgénero. Este Cardenal figura como papable en las especulaciones cardenalicias.

Si resulta elegido el Cardenal Gerhard Ludwig Müller, alemán, nos encontramos con quien se ha encargado de liderar todos los avances progresistas, utilizando este concepto en el perímetro en el que un Papa puede avanzar en esta línea, recuperando un modelo de Iglesia preconciliar.

Si resulta elegido el Cardenal Peter Erdö, nos encontramos con un Cardenal que en relación a los refugiados e inmigrantes ha aceptado las tesis de Victor Orban y Donald Trump, la imposición de fronteras infranqueables y la devolución de los que ya habitan en los países residentes.

Existen otros de marcado matiz progresista. Tuve la suerte de conocer personalmente al Cardenal Matteo Zuppi, a la sazón párroco del Trastévere, en reuniones en el Hotel Carlton, trabajando por lo que siempre ha trabajado, el desarme de ETA y la búsqueda de la paz.

Veremos qué ocurre pero la democracia en su dimensión teórica se está debilitando porque se inserta en una sociedad cuyos valores y contravalores crecen desordenadamente. Una reciente encuesta del BBVA muestra que un 30% de la población no cree en la teoría de la evolución (admitida por el Vaticano desde Benedicto XVI) y opta por las teorías creacionistas, incluida en ellas el origen de la mujer de una costilla del hombre. Crece en porcentajes, no anecdóticos, toda suerte de populismos científicos: tierraplanistas, extraterrestres que conviven con nosotros, curanderos, antivacunas y una larga miscelánea de teorías extravagantes que en conjunto se denominan a sí mismas la resistencia.

Esperemos que el nuevo Papa, parafraseando la expresión evangélica, utilice los mejores carismas para conseguir una sociedad mejor, en un contexto en que pocos parecen captar las pulsiones de una ciudadanía crecientemente exigente y escéptica y esto que proclamaba Duverger en 1973 se agrava hoy ante una sociedad informada a veces y peligrosamente desinformada por la hegemonía de las redes digitales.

El autor es jurista