Editorial
DIARIO DE NOTICIAS
La última contribución del papa a la paz
El funeral del papa Francisco se convirtió en la última contribución del pontífice al diálogo como herramienta para la solución de conflictos, simbolizada en el encuentro sostenido por Trump y Zelenski
El mundo entero se detuvo unas horas durante el funeral por el papa Francisco, un pontífice que marcó una era de apertura y diálogo en una institución anquilosada. Por eso, sus exequias no fueron solo una ceremonia litúrgica, sino un acto cargado de simbolismo. La plaza de San Pedro se convirtió en un espacio donde líderes de todas las confesiones, ideologías y culturas se reunieron para rendir homenaje a un hombre que, con su ejemplo, abogó porque la humanidad aún tiene esperanza. Su legado no es solo espiritual, sino político y ético: Bergoglio fue una voz firme en favor de los marginados, un puente entre religiones y un defensor incansable de la paz en un mundo cada vez más tensionado por los conflictos bélicos. En medio de este adiós global, un gesto inesperado cobró protagonismo: el diálogo directo entre Donald Trump y Volodímir Zelenski.
Dos líderes con posiciones muy distantes, que decidieron sentarse a conversar en el marco del funeral, impulsados —según trascendió— por el espíritu reconciliador del papa. Este acercamiento, aunque aún incipiente, representa algo más profundo: la posibilidad de que incluso los caminos más opuestos pueden tener puntos de encuentro cuando la palabra sustituye a las armas. El propio Zelenski, visiblemente conmovido, alzó la voz durante la ceremonia para invocar la paz, no solo para Ucrania, sino para todos los pueblos heridos por el odio y la guerra. Su discurso, breve pero firme, fue secundado por varios mandatarios presentes en la ceremonia. Resulta imposible ignorar la fuerza de estos gestos en un marco tan simbólico. En un mundo saturado de conflictos —desde Gaza hasta el Sahel, desde Ucrania hasta Myanmar—, ver a quienes normalmente ocupan titulares por sus enfrentamientos, optar por el diálogo y el entendimiento, ensalza el legado de un papa cuestionado por los sectores más conservadores.
El funeral, en este contexto, no fue el cierre de una vida, sino la apertura de un nuevo capítulo. Uno en el que la paz, tantas veces postergada, vuelve a aparecer como la única opción. Si el espíritu del papa Francisco logra perdurar en las acciones de los líderes mundiales, si no es flor de un día, si su mensaje de “todos hermanos” se traduce en políticas y no solo en discursos propiciados por el ambiente, entonces este funeral será recordado no solo como el fin de un papado, sino como el nacimiento de una nueva esperanza.