Comienza el Giro, la gran vuelta por etapas más bonita... y la que peor participación tiene. Cosa de sus fechas, seguramente, porque en el ciclismo moderno el Tour es demasiado importante, y es complicado disputarlo tras el Giro (hay que sostener un pico de forma de once semanas) salvo para fenómenos como Pogacar, ausente esta vez. Triste contrasentido con muy difícil solución. Antaño, la damnificada era la Vuelta, pero se fue en los 90 a su actual ubicación de agosto-septiembre y, con la precaución de no machacar a los ciclistas –etapas cortas y mucho final en alto para darle salsa al recorrido–, consigue cada año tener una participación más o menos digna entre los que buscan en septiembre el aprobado que no han logrado en julio, los que han estado lesionados o los que quieren añadir una grande a su palmarés. Pero, a lo que vamos, empieza la gran vuelta más bonita y, una vez te olvidas de quien no está, se disfruta igual.