En mi calle había una tienda de esas bonitas que embellecen el barrio. Un negocio pequeño en formato, pero grande por lo que ofrecía, ropa, complementos, regalos, un escaparate luminoso y sobre todo conversación y punto de encuentro. Se cerró. Y desde hace un tiempo la bajera está alquilada como oficina de promoción de un gimnasio que se va a abrir en la zona. Una persona se coloca cada día en la calle con unos grandes banderolas ofreciendo precios con descuento.

No es el único gimnasio que está a punto de abrirse. Un poco mas adelante la historia se repite, con gente que reparte folletos para captar futuros usuarios. Me recuerdan a los camareros que en las zonas turísticas salen ofreciéndote el menú en mano intentando que te sientes en su local y no en el de al lado. Los carteles de Próxima apertura gimnasio están llenando nuestros barrios. Hay un boom. Un fenómeno que se extiende, animado por la creciente demanda de hacer deporte.

Porque estos locales se han convertido en esenciales en nuestros hábitos de vida saludable. Una oferta que va cambiando a medida que cambian los gustos deportivos. Pero no deja de ser sorpréndete este cambio, partiendo de que el deporte siempre es bueno y es esencial para una vida en equilibrio. Los fisios y los gimnasios son los negocios del momento. Y eso, que no es malo, no es tan bueno cuando llega con una publicidad demasiado persistente, casi siempre a través de las redes, sin que nos demos cuenta. Mensajes que nos recuerdan, casi de una manera invasiva, lo que tenemos que hacer, por ejemplo, a las mujeres de una cierta edad la importancia de los ejercicios de fuerza. Como mires una vez en google luego te persiguen a cada rato, como esos vendedores de vida saludable que desde hace un tiempo llenan el barrio.