Antes del verano falleció José Luis Molinat. Molinat era sacerdote y, tras la muerte de mi tío cura, fue el sacerdote al que pedimos por favor que dijera unas palabras en las incineraciones de mi madre, mi abuela y mi tía. José Luis no decía que no a casi nadie. Era celularmente bueno.

Fue el cura al que señaló Barrionuevo por haber dado una homilía que al exministro no le gustó, porque José Luis era el cura de Orbaitzeta desde 1971 y, en 1985, cuando encontraron el cadáver del vecino del pueblo Mikel Zabalza, a José Luis le tocó la desagradable tarea de despedir a quien había sido su monaguillo y dijo alto y claro en el púlpito que quien dijese que Mikel era de la ETA mentía y que quien dijese que Mikel se había escapado esposado y ahogado en el río mentía.No tuvo que ser sencillo eso de decir para José Luis, persona de naturaleza bondadosa hasta el infinito. Pagó aquellas palabras con amenazas, cartas y una sombra de temor que le acompañó años, pero no dejó de ser el cura de Orbaitzeta, ciclista, montañero y aezkoano si no de nacimiento sí de corazón.

Estos días se cumplen 40 años de la detención y muerte de Mikel Zabalza a los 33 años en San Sebastián y 40 años más tarde, ya fallecidos sus padres Miguel y Garbiñe, son sus hermanas y hermanos y sobrinos y familiares y amigos y vecinos y compañeros quienes siguen reclamando que se haga pública la verdad oficial sobre su detención y posterior fallecimiento, una tarea en la que siguen chocando con las leyes vigentes y con todo ese marasmo de ingeniería burocrática casi infranqueable y que hace que en un país supuestamente democrático no sepas oficialmente qué hizo un gobierno para detener a una persona viva y devolvérsela muerta a su familia. Molinat pedaleaba de pueblo a pueblo sin prisa pero sin descanso. Confío en que la familia de Mikel se inspire en su fuerza para continuar en la búsqueda de la verdad que les es debida.