Según leo, el famoso Blue Monday –el lunes triste– de este 2025, que viene a ser lo que algunos tachan como el día más triste del año –aunque es una definición que no contiene fundamento científico alguno–, tuvo lugar el 20 de enero pasado. No recuerdo, la verdad, cómo fue el 20 de enero, pero dudo que fuera más triste que ayer, al menos en Pamplona. Qué mañana, señores y señoras, qué grisura, ese gris tan particular que gastamos por aquí y que para mí deprimiría hasta a los más deprimidos de los letones o bielorrusos o lituanos o a quienes quieran tener cielos así plomizos en ciudades industriales casi idénticas unas a otras.

Mayo. Estamos en mayo, a 16, ayer pasamos el ecuador y quizá, dicen, hoy veamos el sol y posiblemente también el fin de semana, a la espera de que el lunes vuelvan el agua y quizá las tormentas. Las tormentas de los cojones. Nunca traen nada bueno, que se lo digan en Pueyo o en otras zonas otras veces, con campos y cosechas machacadas. Como en Iturmendi hace una semana. Claro, tanta tormenta –como pocas veces en los últimos años– está llevando a que apenas a mitad de mes ya sea el mayo más lluvioso de los últimos 15 años. Al menos en Pamplona, que suma ya 132 litros por metro cuadrado cuando la cifra anterior más alta desde 2011 eran 100. Y eso, ya digo, a mediados de mes. Una hartura, la verdad, con los pantanos hasta los topes y la hierba teniendo que ser cortada tres o cuatro veces ya esta primavera porque crece a ritmo tropical. Es evidente y nadie lo niega que tenemos una gran suerte de que nos caiga agua. Eso es tan obvio que negarlo sería una idiotez. Pero, en paralelo con eso, puede cohabitar sin ningún problema el hastío de ver cómo van pasando los meses y aquí no tenemos cuatro días seguidos de sol y temperaturas por encima de 20. Coño, pero si aún hay que andar casi jugueteando con la calefacción. ¡El 15 de mayo!