Fue una tormenta de dos horas en la que se registraron precipitaciones en torno a los 63 litros por metro cuadrado –el momento de mayor intensidad fue entre las 17.30 y las 18.30 horas– lo que provocó que Iturmendi sufriera una de las peores inundaciones de los últimos tiempos, debido a que las regatas, que llegaban desde Urbasa, se salieron de su cauce habitual y se trasladaron a las calles del municipio –en especial, Atxumendi y Txorralde–, por las que bajaba el agua a raudales.
"Cayó mucho en cuestión de minutos, pero el problema es que arrastró las piedras del camino que sube al monte, se acumuló el cascajo y taponó las alcantarillas. Daba mucho miedo", ha apuntado Luis Samanes, vecino de la calle Atxumendi, en la que se entremezcló la riada procedente de la sierra y la del camino desde Bakaiku, la localidad contigua a Iturmendi. Hace 15 años se produjo un episodio similar. Sin embargo, no hubo un torrente de piedras que obstruyó los conductos y eso facilitó que la inundación no provocara grandes estragos. De hecho, Eleuterio Lanz, vecino de la misma calle ha asegurado que en su casa nunca antes había entrado el agua. "Es que fue una cosa terrible. Bajaban como dos ríos y no pudimos evitar que entrara", ha comentado. En cuanto vio que las plantas bajas de su domicilio y de la peluquería comenzaban a anegarse, Lanz cogió todos los muebles que pudo y los subió encima de las mesas y estantes. "No hubo muchos desperfectos más allá de que los zócalos están podridos por la humedad", ha indicado. En cuanto el agua llegó a la mitad de la peluquería, varios vecinos del pueblo se acercaron con escobas y fregonas para achicar el agua. Como primera solución, puso unas tablas para tapar las puertas, pero "entraba por todas las esquinas". Con todo, hacia las 22.00 horas terminaron de eliminar los excesos de agua y piedras, y los daños fueron mínimos. "Entró hasta la cocina, pero no superó los tres centímetros. Trataba de sacar el agua con baldes y la tiraba con la fregadera, pero durante un rato era inútil porque seguía entrando, así que esperé a que cesara y todo se quedó en un susto", ha señalado.

Un boquete en la pared para impedir que subiera el agua
Quienes no corrieron la misma suerte fueron los vecinos de la calle Txorrialde. A unos pocos metros de la bajera de Goyo Azkargorta se encuentra una regata que suele dar muchos "problemas". No ha sido la primera vez que este vecino y su familia han sufrido una inundación porque la acequia no está bien cuidada y, junto con el agua, fluyen ramas, hojas, basuras y troncos. Ante esta problemática, Azkargorta puso una rejilla con la intención de detener la circulación, pero la fuerza de la riada fue mayor, se desbordó la regata y el agua embistió contra la puerta de su bajera, la reventó y cubrió el espacio hasta 80 centímetros de altura. "Para evitar que entrara en casa, tuve que hacer un boquete en la pared del otro lado para que pasara el agua. Toda la corriente venía con barro y piedras... y solo vi como solución hacer un agujero", ha comentado. Después, la familia sacó los coches –a los que les llegaba el agua hasta la mitad– y, con la ayuda de los vecinos, desaguaron la bajera. Sin embargo, todo el material eléctrico con el que contaban en ese espacio –motosierra, aspirador, calefacción, cinta de correr...–, además de otros materiales que Goyo utiliza para su trabajo, han quedado completamente deteriorados e inutilizables. "Son muchos daños que esperamos que nos pueda cubrir el seguro. No sé cuánto habremos perdido. En las anteriores veces, las inundaciones fueron menores porque el caudal no llegó con tanta fiereza", ha dicho con resignación y "mala leche", a la vez que comparaba esta circunstancia con la que vivieron los valencianos a raíz de la dana.
A pesar de la rabia con la que Goyo y su familia estaban limpiando su hogar, se ha emocionado al recordar cómo el día anterior los vecinos de todas las edades se acercaron a su casa para ayudar a sacar agua con todo lo que pudieron: "El pueblo siempre ayuda al pueblo. Y les estoy muy agradecido", ha indicado con emoción, a la vez que ha asegurado que él se veía venir que fuera a pasar una catástrofe como esta. "Además, nunca se limpian las regatas. Tengo que estar constantemente sacando cosas para salvar mi casa, pero hay que pensar en otras soluciones para que esto no vuelva a ocurrir", ha declarado.
La zona baja, con viviendas y garajes afectados
El caudal descontrolado continuó precipitándose hasta la calle Estafeta –ubicada en la parte baja del pueblo– e inundó varias viviendas más y garajes. Una de las afectadas fue la casa rural Nemesio Etxea, que pertenece a Gema Urdanitz. La riada procedente del Ayuntamiento se desagua en esta zona y, tras unas obras que se realizaron hace unos años, se redujo el número de sumideros. "Además, colocaron unos tubos que no son suficientes para el agua que cae, porque todos los años se nos inunda la bajera", ha explicado Urdanitz. El año pasado, después de una tormenta y unas fuertes precipitaciones, se les estropeó la calefacción. Y ahora otra vez. Por eso, cada vez que empieza a llover, procuran estar pendientes.
"Tratamos de mantener todo limpio, levantamos los sumideros. Veíamos cómo se llenaban los conductos mientras bajaba un río de tierra, con matas, etc. Y se nos inundó todo. Nuestro vecino tenía sacos en la puerta, así que no entró el caudal. Pero yo tengo una casa rural y no puedo obstaculizar las entradas", ha mencionado. De esta manera, en la bajera de Gema Urdanitz el agua alcanzó los 60 centímetros y con la ayuda de los jóvenes que se encontraban en el Gaztetxe pudieron recoger el agua. "Ahora tenemos que quitar todo lo que tenemos en la bajera y comprobar los desperfectos".