Supongo que la reflexión que propongo hoy va a tener poco éxito. La inmediatez, el día a día, los pequeños afanes que nos tocan de cerca ocupan nuestra atención y nuestros afectos nos sitúa en cuerpo y en mente en lo más próximo. La meteorología primaveral, el evento deportivo planetario de Bilbo, la programación de nuestras vacaciones, los festivales, los conciertos, algún que otro rifirrafe político doméstico…
Mientras tanto, en Gaza se sigue asesinando palestinos. No sólo a bombazos sino de hambre y de miserias. El conjunto de las naciones, si no, complicidad, no van más allá de hacer como que despiertan ante un genocidio a cara descubierta. Total, Palestina es una caca de mosca en el laberinto internacional de intereses. Es lo que tiene, la información como hábito, como apertura –cada vez menos- de los telediarios, la foto fija de niños escuálidos, edificios en ruina , mujeres llorando y hombres enterrando cadáveres envueltos en sábanas. Imágenes tan repetidas que ya ni impresionan.
Nos haría falta imaginar, sentir, cómo es el dolor, cómo es el olor, cómo es el deambular de un sitio a otro intentando huir del fuego enemigo, de la tortura, de la muerte por metralla o por derrumbamiento. Imaginar toda Palestina bajo el fuego avasallador de los tanques, en ruina total, asoladas las infraestructuras, bombardeadas escuelas y hospitales, familias enteras vagando a ninguna parte… Vuelvo a imaginar: ¿A qué huele Gaza? ¿Cómo suenan los llantos de Gaza? ¿Cómo lloran los niños, las mujeres, los hombres, cómo lloran los ancianos y ancianas? ¿Cómo suenan el hambre, el cansancio, la rabia?
Mala señal si no somos capaces de sentir, y sentir de verdad un punto de congoja en nuestro día a día habitual, si no se nos despierta al menos un punto de empatía, de indignación, de solidaridad y de íntima tristeza ante este nuevo holocausto ejecutado con tantas complicidades. 00
Y puestos a imaginar, ¿Qué hubiéramos sentido si la reacción internacional hubiera sido tan insolidaria en el caso de que se hubiera pretendido acabar con ETA acabando también con los vascos y hubiéramos corrido las misma suerte que los palestinos.