"Esas son cosas del pasado”, venía a ser la respuesta oficial cada vez que aparecía un nuevo caso aislado de corrupción en las filas de los grandes partidos. Ha sido la estrategia para intentar pasar la página de la corrupción. El problema es que la página se acabó convirtiendo en un libro de grueso volumen cuyo final parece aún lejos de estar escrito. La corrupción política en el Estado español lleva tiempo amortizada porque siempre ha formado una parte clave de la propia Historia por lo que sus efectos políticos y penales han sido más bien escasos.

Una especie de hoy por ti y mañana por mi. Pero eso no impide que la corrupción no tenga otras aplicaciones posibles y ahí es donde entra este presente del siglo XXI con la utilidad de explotar un fenómeno tan español como negocio. Sus viejos protagonistas, ya escondidos en los cajones del olvido, han pasado a volver a ocupar los principales espacios mediáticos para seguir dando lecciones de lo que está bien o mal.

Por televisiones, radios, periódicos y panfletos pasan cada semana las viejas glorias de la política española, prácticamente todas salpicadas por desaguisados de corrupción de todo tipo y condición, Desde González –con episodios en Navarra incluidos–, Guerra o Corcuera a Aznar, Rajoy o Esperanza Aguirre como viejos dinosaurios invitados estelares. La lista es más larga, pero estos pocos aglutinan la mayoría de los casos más sangrantes y más sonoros: Filesa, los GAL, guerras sucias varias desde el Estado, más de medio Consejo de Ministros imputado y condenado, casos aún judicialmente abiertos, Gürtel, Púnica, cloacas y policías políticas, espionajes ilegales a Podemos o la Operación Catalunya y otro serial de varios capítulos ahora aún en producción. Aguirre ha sido la última en regresar a este prime-time y como siempre no ha defraudado. No tanto por su insistencia en que la dictadura franquista fue mejor que la República, eso le viene de familia y se vale de que en este Estado la apología del franquismo y la falta de respeto a la memoria de sus víctimas y familiares no tiene pena alguna, aunque sea tan ilegal y tan dolorosa como la apología del terrorismo. Lo bueno de su último desparrame verbal es la parsimonia con la que desvela las intenciones políticas del PP si llega al Gobierno. El Estado de Bienestar no sirve, Aguirre es más la motosierra de Milei.

La sanidad para el que la pueda pagar y las pensiones, insostenibles. Blanco y en botella. Otra vez, el PP lleva 40 años insistiendo en ello e intentándolo. Mienten sistemáticamente, lo llevan haciendo décadas siguiendo los dictados de los futurólogos de la macroeconomía que fallan una y otra vez. El sistema de protecciones públicas sigue vigente, y las únicas sombras peligrosas que se ciernen son los sucesivos intentos de asaltarlo para su privatización.

El neocapitalismo globalizador de los fondos buitre que domina los mercados este siglo XXI exige su desmantelamiento para poder especular luego con las ingentes cantidades aportadas desde el bien común a los ámbitos privados que le sustituirán. No es una cuestión de recursos. Saben que hay miles de millones de euros a su alcance y van a por ellos. Pero lo cierto es que hasta ahora solo han quebrado fondos privados de pensiones o empresas de sanidad privada. Eso sí, dejando detrás irreparables daños humanos.