A mí, Lutxo, el que de verdad me impacta, es Koldo. El aizkolari. Ese tipo de personaje secundario. Y además, la índole de su trabajo, por supuesto. Con el correspondiente perfil: tan característico. Me hace gracia toda esa cutrez. Por lo listo que se cree, supongo. Y es triste, lo sé. Sé muy bien que es muy triste todo. Pero así es la vida. No olvidemos que todo fluye en función de una dinámica tragicómica y circense. Lo cual ya resulta algo positivo, al parecer. Al fin y al cabo, es el espectáculo del mundo el que se exhibe sin pudor alguno y en sesión continua. Con sus correspondientes personajes bien perfilados, claro. En cada época, el poder representa la caricatura cruel de la sociedad a la que representa, valga la redundancia.

Trump es un ejemplo. Con esa pinta de cómic. Cada vez más parecido a su dibujo. O Musk, bailoteando como un guiñapo en el vacío. O Milei el de la motosierra, que es una mezcla de Chucky, el muñeco diabólico y La matanza de Texas. Son personajes extremos presentados con una coloración excesivamente saturada. Están como poseídos por un furor ególatra elevado a un exponente absurdo. Y de repente, como si no fuera suficiente con todos esos, Navarra tenía que aportar su Koldo, al panorama de los superhéroes del siglo XXI. Koldo, el fenómeno navarro. Qué latxa, Lutxo. No obstante, a mí me recuerda un poco a Roldán, lo siento. Y no sé muy bien por qué. No tengo ni idea. Puede que por la cabeza, claro. Personajes con una cabeza privilegiada, eso está claro. Ahora bien, personajes que siendo muy poco, Lutxo, eso es lo triste de verdad, hacen mucho daño. A mucha gente. Tipos cutres que joden mucho, Lutxo, le digo. Y me suelta: Esperemos que sea para bien.