Síguenos en redes sociales:

A la contra

Jorge Nagore

Gracias, Sabina

Gracias, SabinaPATXI CASCANTE

Se despide –se supone– esta noche Joaquín Sabina de Pamplona, en la que se ha anunciado como la última gira del músico jienense de 76 años, achuchado ya por los años y la salud. Hace mucho que no veo al cantautor, pero lo disfruté en tres ocasiones en los 90 hasta la gira del 19 días y 500 noches. Luego vino el accidente de salud y lo que a mi juicio fue un claro bajón compositivo ya desde entonces. Pero negar su maestría con las palabras en 18 o 20 temas es una estupidez, más allá de que algunos consideren su lírica más o menos cogida con pinzas y de trazo grueso.

Yo he disfrutado mucho con algunos de sus discos y algún directo y aún me acuerdo de las risotadas de mis amigos porque a las casas rurales me llevaba La Mandrágora o Sabina y Viceversa y a ellos les entraba el sopor. Para bien o para mal, por encima de su personaje canallita, noctámbulo, fiestero, perpetrador de poesía escasa en revistas y en los últimos años crítico con la izquierda de la que dijo formar parte –yo estas cosas…–, Sabina ha sido un artista clave en la música española del siglo XX y un buen compositor de canciones, amén de un dylanita confeso –Princesa es una clara evocación de Like a Rolling Stone y Calle Melancolía de Desolation Row–, lo que siempre es un punto a favor, como lo es el hecho de que siempre admiró y ensalzó la poesía de su amigo Javier Krahe, mucho menos exitoso que él en cuanto a entradas vendidas pero igualmente querido tanto o más por su decente número de seguidores fieles. Se va Sabina, dicen, hoy pisará por vez última un escenario de Pamplona y más allá de todo, de las emociones subjetivas, de las opiniones sobre él y su obra, quedará el recuerdo de quien supo hacer unos cuantos versos inolvidables, unas cuantas melodías preciosas y que nos acompañó en varias fases de nuestras vidas. Y eso es mucho y se le debe a él, así que buena noche y mejor y saludable retirada.