Cierro el chiringuito por vacaciones jugando al neologismo. El diccionario recoge latiniparla como eso que hablaban con afectación algunas personas para dárselas de cultos, introduciendo voces latinas en el español. Aunque todavía hay quien usa un motu proprio o el acusador ad hominem, lo cierto es que las introducciones innecesarias ahora se producen mayoritariamente desde el inglés. Como ha sido siempre, la motivación principal aparentar ser alguien, pero también el pretender ser algo especial y esto es lo más paradójico, porque resulta que todo el mundo usa el mismo término sin traducir y queda de lo más hortera. De verdad, cada vez que veo que la gente dice algo del CEO de tal empresa me pregunto qué sucedió con los directores generales o los consejeros delegados en las empresas más grandes. Hace unos años nos reíamos cuando nos venían con términos económicos como el cash flow o eso del ebidta, ahora no hay informe institucional que en lo económico se refiera a flujos de caja o beneficios antes de impuestos. Para qué: se trata de una horteriparla (un palabro mío que no necesita demasiada explicación) que dice más de quienes lo usan que otra cosa. 

Como los grupos de adolescentes todos con el mismo degradado como corte de pelo y con sudaderas negras elegidas para diferenciarse de una sociedad que les ignora, aunque luego parecen indistinguibles unos de otros. Hay castas tecnológicas o económicas, grupos de opinión o sectas incluso que tienen en el lenguaje un elemento de identidad y de afirmación. Resulta patético escuchar un corrillo de esa gente, con un similar estilo en la vestimenta, usando la misma tecnolingua que, con un mínimo trabajo y cariño, podrían haber traducido para usar términos del castellano de siempre. No: en eso el hortera necesita creerse único y pionero.