El equipaje cada vez es más protagonista en los viajes en avión, me atrevería a decir que casi tanto como el destino. Es la nueva tendencia de viajar ligero, conseguir meter en el mal llamado equipaje de mano todo lo necesario para pasar unos días fuera de casa con lo imprescindible. Y así no pagar ningún extra en la compañía aérea. Se ha pasado de la maleta a la mochila y ya es cuestión de centímetros, más que de kilos, a la hora de sortear los controles y subir al avión. Curioso que con todo lo que pasa en el mundo, una de la noticias más leídas del día sea que Ryanair amplía cinco centímetros el tamaño de su equipaje “gratuito”.
Da que pensar. Volar ligero está bien. Ser capaz de prescindir de lo que quizás no vas a necesitar, dejar atrás el por si acaso e ir a lo que sí o sí hace falta en el día a día. Pero no es del todo así. La mayoría intenta meter todo lo posible y a ver si cuela y si no ir sacando, soltando lastre hasta pasar el control. Las compañías hacen marketing en función de lo que te permiten llevar en cabina, pero luego pueden decidir qué hacer con tu equipaje en el momento de volar. Así te puede pasar que después de muchos quebraderos de cabeza para meter lo justo, te hagan facturar, o al revés, que una vez en el avión tu maleta, que cumple con el peso y medidas, no cabe en ningún compartimento.
Son las exigencias del mercado del turismo de hoy en día. Eso que poco o nada tiene que ver con la idea de ir ligera por la vida. Como esa mochila a la que recurría George Clooney en Up in the Air y que resultó no ser tan eficaz cuando quieres meter lo esencial de cualquier viaje, los recuerdos, lo vivido, lo disfrutado, todo eso que no puede pesarse ni medirse y que ocupa el mejor lugar cuando regresas.