Tres años después del inicio de la invasión rusa, el tablero geopolítico vuelve a situar en el centro a Vládimir Putin y a Donald Trump. Esta semana, ambos líderes han protagonizado un encuentro con el propósito de explorar fórmulas de alto el fuego en Ucrania. De entrada, dos ausencias llaman la atención. Ni el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ni representantes de la Unión Europea fueron invitados a una cita que, de facto, pretende decidir el futuro de una guerra que se libra en el corazón del continente. Europa, que ha soportado en primera línea el coste humano, económico y político del conflicto, se ve relegada al papel de espectadora. Y Ucrania, país devastado y desgarrado, aparece reducida a objeto de negociación entre potencias ajenas a su soberanía. Se repite un patrón histórico: la tentación de resolver los grandes conflictos europeos sin contar con los europeos. El riesgo es evidente: que la paz se negocie como un reparto de esferas de influencia, validando por omisión la anexión rusa de territorios ucranianos. Tal escenario sería una claudicación del derecho internacional y una derrota de la idea misma de Europa como espacio de normas compartidas y respeto a la soberanía. Una paz dictada desde Washington y Moscú, sin la voz de quienes han sufrido en el frente ni de quienes han sostenido el esfuerzo diplomático y económico, solo sería una tregua frágil y probablemente injusta. Frente a esa devastación, el simple enunciado de “posible paz” genera comprensible expectación. Cualquier alto el fuego es preferible al ruido de los misiles. La clave del asunto es conocer cuál es el precio a pagar. Y por lo que ha trascendido del encuentro de Alaska, los peores presagios se confirman. Putin ha puesto sobre la mesa su solución para una paz definitiva, un escenario tentador para Trump, necesitado de pasar página para ocuparse de lo que preocupa de verdad: el desafío chino por el liderazgo mundial. Pero es una salida inaceptable para Ucrania. Kiev va a ser obligada a un trágala, resultado de una errática diplomacia de mercado que tampoco despeja las interrogantes sobre el escenario posterior a esta componenda. En cuanto a Europa, sin apenas margen de maniobra, abunda otra vez en el empeño de precipitar su reputación por el abismo, arrastrado por la sumisión a un líder que le ha humillado tres veces este año: con los aranceles, con el gasto en defensa y con la guerra de Ucrania.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
