Escuchar a Judith Torrea (1973) en una charla en Civican fue un soplo de aire fresco. Vive en la frontera entre México y Estados Unidos, una de las ciudades más peligrosa del mundo y donde la vida no vale nada. Es la única periodista extranjera en Ciudad Juárez, la mayor ruta de personas, armas y drogas; independiente, y mujer en una ciudad donde los feminicidios están a la orden del día. Ha estado amenazada de muerte por sus trabajos de investigación sobre el narcotráfico y las bandas criminales, pero ella no habla de miedo sino de “misión”.
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Se autoprotege, no sale a tomar un café. Nadie sabe donde vive. Es célebre su cuenta en Instagram con conexiones en directo en las que se conectan personas en el camino, otras que buscan a sus familiares desaparecidos o que alertan de secuestros.
Y alertas para que muchos inmigrantes no paguen 30.000 euros a un “coyote” (traficante de personas) que busca secuestrarles. Le ha tocado hacer directos mientras llegaban camionetas para “secuestrar a personas que buscaban asilo en EEUU”. Siempre habrá personas que crucen la frontera de manera ilegal y cada vez será más peligroso pese y por las amenazas de Trump. Este periodismo que “salva vidas” nació cuando comenzó la crisis de los medios por la covid y Judith perdió todas sus colaboraciones como freelance.
Más que nunca necesitamos fiarnos de lo que nos cuentan periodistas de prestigio ante tanto ruido en las redes sociales. Alguien que analice, proteja la vida y la dignidad, y dé claves. El periodismo es más necesario que nunca pero lamentablemente el riesgo que se asume no está compensado ni reconocido.