Luis Enrique come seis huevos cada día. Casi 2.200 al año. Cuando el conocido entrenador de fútbol hizo esta revelación desató un intercambio de impresiones entre los nutricionistas que opinaban si era un consumo exagerado o no, si suponía un beneficio o un perjuicio para la salud. No me interesa el debate sobre si esa sobre alimentación puede aportar un exceso de colesterol; ahora mismo, comprobando cómo se ha disparado su precio este último año, me parece que hay que ganar el sueldo de un profesional del fútbol para sostener esa dieta de la media docena diaria. Un repaso a la subida de precios de los productos básicos en Navarra permite observar que los huevos son hoy un 27% más caros que el pasado año. Hablamos de que el cartón de doce se mueve entre los 3 o 4 euros, y puede llegar hasta 6 a tenor de la calidad y estándares de producción. Colocar al huevo como producto más inflacionista no debe ocultar, sin embargo, que dos acompañantes fundamentales para su ingesta como el aceite y el pan también han contribuido a encarecer el plato. Cocido, frito, escalfado, crudo, en tortilla... he leído que hay hasta 59 formas diferentes de cocinarlo. Pero a este paso llevan camino de convertirse en huevos de oro, como los de la gallina de la fábula.