Ya lo he escrito antes, pero insisto porque siempre que sucede surge el debate: ¿a usted le entretiene más una victoria de un ciclista que se escapa de todos a 65 kilómetros de meta o una carrera más abierta hasta el final? Claro, el debate tiene que partir de la base de que lo que hace Pogacar es legendario, épico, sin apenas precedentes y complejísimo, pero, al menos bajo mi punto de vista, eso no le añade nada de emoción a la prueba salvo cuando le aguantan un par de rivales o si detrás se ve que pueden cazarle al estar varios de mucho nivel. Sirve para decir, qué suerte que vi correr a Pogacar, pero eso va a otro cajón, no al de la emoción.

El tema es que Pogacar lo dio todo, detrás también, pero como el nivel que gasta es extraterrestre pues se acaba imponiendo, con creces. En redes sociales, si osas decir que te has aburrido la hora y media final, siempre salen quienes te dicen que mejor fue la Vuelta o los pancarteros –quienes atacan a 1 kilómetro de meta–, vamos, llevando el asunto a los extremos. La Vuelta en general fue un turre, Pogacar es una bendición para el ciclismo, pero eso no obvia que cuando se va a tanto de meta la emoción se aniquila. Y se aniquila porque es tan bueno y ha ganado así tantas veces sin desfallecer que sabes de sobra qué va a pasar con el oro.

Cuando en una competición deportiva a hora y media del final sabes casi al 100% qué va a pasar salvo cosa extraña, yo no sé ustedes pero servidor prefiere carreras más igualadas. Me da igual que las gane Pogacar o quien sea, que las gane el mejor y si el mejor es él –que es obvio–, que las gane, pero… Lógicamente, Pogacar hace lo que tiene que hacer, que es atacar donde más le conviene, no va a estar esperando para que estemos más entretenidos, faltaría, pero me parece importante reiterar ese hecho: su superioridad es tal que hasta logra hacer tediosa la parte decisiva de un Mundial.