Los datos del desempleo en Navarra del mes de septiembre no son buenos, tampoco malos, pero son flojos. Es cierto que pese a que el descenso de las personas en paro ha sido sólo de 10 personas, se ha roto la tendencia negativa de este mes en los últimos tres años y se consolida reducción del número de personas sin trabajo en Navarra con una disminución en términos anuales del 4,16% menos que en septiembre de 2024. Aún así la cifra de paro se sitúa en 28.380 personas, en niveles de desempleo similares a los de finales de 2008, antes de la irrupción de la gran crisis inmobiliaria y financiera de comienzos de este siglo XXI.
Además, en ese periodo anual se produce un incremento de la afiliación a la Seguridad Social media del 1,46%, lo que supone 4.537 afiliaciones más respecto a este mismo mes de 2024. En definitiva, Navarra continua en niveles históricos de empleo. De hecho, las 314.365 afiliaciones a día de suponen la quinta cifra más alta de la serie histórica. Navarra no es una balsa de aceite –el debate político abierto por el llamado caso Cerdán es a día de hoy un buen ejemplo de ello–, pero la estabilidad política y social sigue siendo una garantía de avances sociales y económicos, desarrollo, servicios públicos y prosperidad.
No obstante, pese todo ello es prioritario seguir atendiendo a los datos negativos de las estadísticas. También las que abordan la situación del empleo. Sin euforias desatadas ni autocomplacencias desmedidas. Las estadísticas son tan importantes por los datos que revelan como por los datos que ocultan o dejan en un segundo plano. Hay todavía 28.380 personas sin trabajo en Navarra, un buen porcentaje de ellas ubicadas en el paro de larga duración. Y también hay una realidad que está volviendo a extender los salarios de las generaciones más jóvenes en unas cantidades muy lejos de poder abrirles la puerta a la posibilidad de desarrollar una vida propia. Es así, incluso con buenos datos estadísticos.
Navarra ha aumentado la inversión pública en las políticas de derechos sociales, educación y sanidad en los últimos años. Y debe seguir haciéndolo, si atendemos a las preocupaciones y demandas que señalan las navarras y navarros en las encuestas sociológicas, con la vivienda, más aún en los jóvenes, y la sanidad como principales necesidades. Porque tiene importancia evitar regresar a la dualidad social de los fuertes y los débiles económicamente e impedir la vuelta a la caridad de clase y la beneficencia social como los remedios adecuados a las consecuencias de la precariedad laboral, los nubarrones económicos del horizonte, la inestabilidad global o el empobrecimiento social.
Si la sociedad acepta renunciar a la legislación democrática que recoge sus derechos sociales de atención y prestaciones públicas en sanidad, educación, dependencia, desempleo, formación..., el paso atrás será difícil de recuperar. Es una batalla democrática viva contra el descrédito interesado de la política en la que se juega buena parte de la dignidad y el futuro de las nuevas generaciones. También el valor del duro esfuerzo de generaciones anteriores y nuestra propia responsabilidad generacional con quienes nos suceden. Es imprescindible mantener la apuesta histórica por los derechos sociales, la igualdad de oportunidades en educación y la calidad de la atención sanitaria frente a la vuelta a la ley del más fuerte.