Bueno, ya era hora de que alguien le metiera mano a esto del duelo por la muerte de un familiar. Lo ha hecho Susana Díaz, ministra de Trabajo, que ha anunciado que se va a estudiar ampliar a 10 días el permiso si fallece un familiar cercano. Desconozco la letra pequeña del tema y cómo se aplicará –cierto es que en la vida tenemos personas cercanas que no son familiares cuyas muertes nos arrasan, pero supongo que es más complejo legislar eso–, pero bienvenido sea, por supuesto y sin reticencia alguna.

Lejos de mi intención eliminar derechos a los trabajadores, al contrario, ganarlos, pero si existe un permiso –fíjense, a estas cosas se les llama permisos, como si fuese una benevolencia que viene de seres superiores– de días por el simple hecho de unirse con otra persona de manera legal lo que no tiene sentido ninguno es que apenas exista un lapso mínimo de tiempo para recomponerse un poco tras el fallecimiento de un familiar. Es evidente que los duelos duran mucho más de 10 días –duran años según casos–, pero también que semana y media puede ser una cantidad decente para pasar los primeros trances sin la necesidad de tener que ir a tu puesto de trabajo con el alma rota.

A esto, el hecho a sí mismo pero por laba éste de la patronal, el tal Garamendi, le ha llamado “ocurrencia”, lo que no hace sino demostrar que para algunos ejemplares –no digo todos– que están instalados en patronales y organizaciones similares todo lo que sea ahondar en mejorar las condiciones de vida de las personas –y esta idea lo hace– son ocurrencias si no pasan por sus tamices laborales y su concertación y sus legislaciones para tener al personal atado y bien atado a la silla o al puesto o a donde sea necesario el mayor número de horas posible el mayor número de días posible y al menor coste posible. Disimulen un poco más, cojones. Confío en que esto salga adelante y a la mayor brevedad posible.