He leído un breve extracto de la novela que ha ganado el Premio Planeta, de un tal Juan del Val, que al parecer sale en la tele y que se hizo famoso por aparecer en El Hormiguero. Habré visto 5 minutos seguidos de El Hormiguero, así que no conozco a Del Val, esposo de otra televisiva.
El extracto que he leído es pura escritura olvidable nada más leerla, algo que no debería decir un columnista, cuyo trabajo se olvida al instante de ser leído, pero que en casos de una novela es cuando menos una pena. Por eso muchos buenos escritores no han escrito jamás una novela o a lo sumo una o dos, porque para muchos de ellos y ellas el respeto, no a la literatura, esa palabra pomposa, pero sí a los libros es muy alto y creen que no hay que publicar ya más pestilencias y sí cosas ya de un nivel o a partir de cierto listón. Del Val, por el contrario –y en su derecho está– cree que las novelas pueden ser comerciales y de calidad -no sabemos en qué punto califica la suya, aunque si la ha escrito y publicado es porque le gustará- y que no solo la alta literatura merece ser publicada.
Y yo ahí le doy la razón: la literatura comercial o para el gran público también tiene derecho a existir y es un arte en sí misma. El asunto es que no sabemos aún si el Premio Planeta –que es un chanchullo literario que ya no debería sorprender a nadie– de este año merece siquiera el calificativo de digna literatura comercial o es solamente la basura que se desprende de una de sus hojas.
Quizás haya pasajes mejores y el conjunto sea decente, no lo sé. Lo que sí que es una pena es la deriva de un galardón que tiene entre sus ganadores y ganadoras a auténticas leyendas de las letras pero que hace ya bastante que optó por tirar clarísimamente por el lado empresarial y comercial y del famoseo para hacer caja. Y las nulas opciones que se les dan a los noveles que con toda su ilusión se presentan al certamen.