EN los últimos días, varias noticias sobre presuntas agresiones sexuales, a una joven en Pamplona y el archivado sobre una niña en Gasteiz, han movido al escándalo y a afrontar la persistencia del fenómeno de los abusos a mujeres y niñas. Hombres actuando individual o colectivamente, jóvenes y hasta adolescentes que victimizan de niñas, son punta de un iceberg que comienza en la asunción de roles de supeditación en las relaciones, la familia, el trabajo o la escuela.
El diagnóstico del estudio más reciente aplicado en Euskal Herria sobre este aspecto, conocido este miércoles, corresponde al ámbito de la Comunidad Autónoma del País Vasco (CAPV), pero sus estadísticas difícilmente diferirán en el caso de Navarra, a juzgar por la profundidad y amplitud del estudio realizado mediante encuestas a 4.500 mujeres de entre 16 y 85 años por el Departamento de Bienestar, Juventud y Reto Demográfico del Gobierno Vasco. Según sus conclusiones casi seis de cada diez mujeres (57%) habrían experimentado alguna forma de acoso, bien sexual o a través de actitudes ofensivas o amenazantes. La cifra debe mover al escándalo como evidencia de una merma de la libertad por razón de género. Pero, más allá de los datos numéricos, por dolorosos que resulten, lo que estudios como éste revelan es que el proceso de concienciación es creciente y sólo por ese camino se podrá hacer aflorar, primero, y combatir, después, la situación injusta que padecen más de la mitad de las mujeres de nuestra sociedad. Ese proceso de concienciación subyace en los propios datos recogidos en relación a la edad de las mujeres.
El porcentaje de las que perciben haber sido objeto de alguna forma de abuso en algún momento de su vida crece significativamente cuanto más joven es el colectivo encuestado. Actitudes machistas que en el pasado se frivolizaban o se normalizaban han dejado de ser vistas como parte de lo asumible por un número creciente de mujeres. Otro reto a encarar es el de la vulnerabilidad. No parece casual que a menor nivel de renta y formación, la percepción de acoso y sometimiento sea también menor. La libertad de las mujeres precisa sostenerse mediante su empoderamiento y la máxima autonomía a la hora de afrontar sus propias decisiones. Las situaciones de dependencia amparan la impunidad de los abusadores.