Pasa el tiempo y siempre aparecen los mismos perfiles de inutilidad o de corrupción. Casi siempre ambos van unidos. Presentan identidades políticas que a los ciudadanos, por muy comprometidos que estén con la democracia o que incluso puedan votar a esos partidos, les resulta imposible comprender cómo han podido llegar a tales niveles de poder. La comparecencia de Mazón, forzado a dimitir, perpetrando el enésimo penoso intento de explicar su papel en la DANA de Valencia es un buen ejemplo de lo que el DRAE define como indecencia.

Volvió a mentir sobre sus propias mentiras. No ofreció ninguna explicación aceptable una vez conocida de sobra la realidad de su devenir el día de la DANA y su escaqueo de las responsabilidades que se le exigen como presidente en una situación de excepción como la que se vivió hace un año. Eso sí, expandió de nuevo las culpas a diestro y siniestro -citando incluso a Feijóo-, volvió a intentar falsear el relato y los tiempos de unos hechos que ya forman parte inevitable y desgraciadamente de su currículo político de incapacidad. En el colmo de la miseria ética y política, Mazón vino a afirmar que él mismo ha sido otra víctima más de la DANA.

Se autonombra la víctima 230. Desvergüenza sin límite que solo ha aumentado la indignación y el dolor de los familiares de las 229 víctimas sí reales. Ha pasado un año intentando convencer a todo el mundo que no pasó nada y que el desastre y sus dolorosas consecuencias eran inevitables. O que la responsabilidad fue de otros. Una especie de no pasó nada y si pasó no tiene que ver con lo que hiciera o dejara de hacer en las horas en que estuvo desaparecido de comida en El Ventorro. Pero sí pasa. Pasa que la suma de informaciones que desvelan su errático papel en las horas críticas de la tormenta y la constatación de que cada una de sus explicaciones y cambios de versión sobre lo que hizo o dejó de hacer ese día se han demostrado falsas y hacían inevitable su salida desde hace ya muchos meses.

La consigna durante un año ha sido aguantar como sea y a ello se han dedicado Mazón y su Gobierno con las palmaditas en la espalda de apoyo de Feijóo y del PP, el interesado respaldo de Vox y la prensa y expendedores de bulos a sueldo, y si para ello no hay otra vía que refugiarse en la indolencia más estúpida, pues a ello. Llegado el momento en que la situación ya ha sido insostenible -el funeral de Estado celebrado la pasada semana situó a Mazón y a Feijóo ante su espejo-, la gestión de la crisis ha llevado todo a peor. No sólo ha dejado en evidencia de nuevo la debilidad política interna de Feijóo y su equipo en el actual PP territorial o ha desvelado la confrontación entre sectores del PP de la Comunidad Valenciana, sino que ha dejado la solución en manos de Vox, que ahora decidirá qué candidato popular sustituye a Mazón en una dependencia humillante para Feijóo.

Ni siquiera se han quitado de encima a Mazón, quien seguirá como diputado en Valencia para garantizarse el aforamiento que le aleje de la jueza que instruye el caso de la DANA. Se puede gestionar mal una crisis política e institucional,peor o muy mal y luego ya está cómo se puede gestionar la solución de una crisis de forma que sin solucionarla se abra la puerta a otra crisis quizá peor. Y ha reducido el efecto mediático y político del Fiscal General en el banquillo.