Renzo Piano asegura que “como arquitecto, a las 10 de la mañana debes ser un poeta, a las 11 un humanista y al medio día un constructor”. Me gusta. Encuentro sentido a esa precisión filosófica al acotar una profesión tan sugerente como es crear de la nada edificios que serán habitados o visitados. El autor del Pompidou y de multitud de museos y centros culturales en Japón, Berlín o California busca el alma, procura que cada edificio que levanta de sus planos contenga una.
Si dispusiera de varias vidas simultáneas en una sería arquitecta. Desde ese lugar interior y con esa curiosidad estoy viendo la iglesia que ha diseñado un canario en el barrio tinerfeño de Las Chumberas. Con ella Fernando Menis ha conquistado el premio internacional al Mejor Edificio de 2025, que no es poco, porque lo concede el World Architecture Festival después de revisar centenares de proyectos que presentan profesionales de todo el mundo. Tiene vocación social y volúmenes contundentes, pureza y sobriedad. También alma. La luz suele encargarse de eso en los edificios y se espera que en una iglesia ocurra ese tipo de magia. En este cierre de año nos rodean la espiritualidad y la búsqueda de la luz, signifiquen lo que signifiquen para cada cual. A mí la voz de Rosalía me ha acompañado y me ha sostenido en las últimas semanas. Aparte de la inmersión exquisita de Berghain, he vivido y he viajado horas dentro de Magnolias y Memória. Son diamantes balsámicos, nacen en el centro de la oscuridad y multiplican la luz.
Para mí Lux es un hallazgo, otro experimento de esta alquimista única. En esa espiritualidad circundante también está Los domingos, la película de Alauda Ruiz de Azúa. Sorprendente elección de tema, una adolescente de 17 años se siente llamada por Jesús a entregarse haciéndose monja de clausura. Ahí encuentra su luz en medio de las carencias y el terremoto familiar que genera su decisión. Hay algo en esa búsqueda del alma y de la luz en este fin de año.