Entre los años 1959 y 1973 dos millones de ciudadanos españoles emigraron a Europa –Alemania y Suiza sobre todo, pero también Francia y el Reino Unido– en busca de un futuro mejor para ellos y sus familias. Algo que habría que recordar a ese casi 25% de jóvenes habitantes del Estado que piensan que con el franquismo se vivía mejor. No por casualidad, se trata de uno de los sectores sociales que ve su futuro y el de su país en peligro por culpa de la emigración. Me acordaba de ello a raíz de la reciente publicación por la editorial navarra Pamiela de la traducción del inglés al euskera de la obra Amerikanuak.
Publicada hace medio siglo en Estados Unidos por los investigadores Jon Bilbao y Bill Douglas, se trata de una obra fundamental para entender la magnitud de la emigración vasca a América, desde el siglo XVI hasta los años 80 de la pasada centuria. Con motivo de su presentación estos días en la Feria del Libro y Disco Vasco de Durango, el diario Berria preguntaba a su traductora, Asun Garikano, qué dato le había sorprendido más del libro. Contestaba la tolosarra que lo que más le había llamado la atención eran los ataques verbales que los emigrantes vascos de las primeras décadas del siglo XX sufrían en los Estados Unidos, tanto por parte de la población en general –Black Bascos les llamaban, entre otros apelativos– como de los políticos.
Un senador del congreso de Nevada llegó a tratarlos de gente “sin inteligencia ni ningún otro tipo de cualidad humana”. Otros los reducían a la condición de seres inferiores. Es importante no olvidarlo: entre los vascos que fueron a América hasta no hace demasiadas décadas había emigrantes ilegales, gente que huía de guerras y miseria. Bastantes fueron deportados por entrar sin contrato de trabajo y casi todos hicieron las tareas que nadie más quería hacer. Exactamente igual que aquí y ahora está sucediendo a otros emigrantes de otras latitudes.