Hay imágenes a las que no te acostumbras, por mucho que se repitan, por más que las veas una y otra vez y formen parte del paisaje cotidiano de las ciudades. Imágenes que golpean nuestras conciencias al mostrarnos la realidad de las desigualdades sociales que nos rodean, demasiadas veces invisibles a los ojos de los demás y que solo ven quienes las sufren.

Escenas de personas viviendo en la calle, pidiendo en la entrada de los comercios, malviviendo como pueden en cualquier lugar, pero también personas que trabajan en precario, que pagan su alquiler, que tratan de salir de la exclusión pero que no pueden cubrir lo básico y acaban siendo uno o una más en esas filas de personas que en las puertas de iglesias y entidades sociales forman las llamadas colas del hambre.

Hombres y mujeres, como cada uno de nosotros y nosotras, que por diferentes circunstancias tienen que recurrir a bancos de alimentos y otras organizaciones para obtener comida, ropa o productos básicos. No tiene que ser fácil dar el paso. No son meras cifras sino personas en situación de exclusión, de aquí y de otros lugares, jóvenes y mayores, con o sin trabajo, que aspiran a vivir con dignidad y piden ayuda cuando no pueden más. Vidas en precario.

El sistema no llega a todo, Y aunque Navarra está en una situación mejor que el resto del Estado, según los últimos datos recogidos en el informe de la Fundación FOESSA, no hay que bajar la guardia, porque la pobreza, y sobre todo la precariedad y la brecha de la desigualdad entre quienes tienen y quienes no, se está agrandando. La vivienda, uno de los problemas más graves para la ciudadanía por las dificultades para acceder a una, es hoy en día el principal factor de exclusión y desigualdad.

Porque cuanto más grande es ese brecha mas difícil es salir para quienes caen en ella. Navarra ha reducido la exclusión social al 13,2 %, por debajo del 19,3 de la media estatal, pero, pese al descenso, hay 88.845 personas en situación de pobreza. Una pobreza que según alertan va en aumento. Y en este mundo de imágenes, la directora de Cáritas ha querido mostrar el impacto con una foto fija, ya que esas 88.845 personas en exclusión formarían una fila de 55 kilómetros, una distancia que equivale a ir de Pamplona a Javier. Una Javierada de pobreza en la que cada cifra tiene nombre, un rostro y una historia detrás.