El anuncio del Sorteo Extraordinario de la Constitución venía este año hasta las cartolas de ideología. “Vivimos en un país lleno de diversidad (...) Pero tenemos algo muy fuerte que nos une, derechos que nos permiten vivir juntos y vivir libres. Y eso, hay que celebrarlo”.
Existe una politización que se mira con lupa y otra que se imprime hasta en la lotería. Está bien cantar a la realidad diversa, aunque sea con generalidades, y obviamente es positivo asegurar derechos, y más en los tiempos que vienen. Pero para vivir más libres y confirmar el eslogan de “la democracia es tu poder” debería contemplarse la posibilidad –si así lo desease la mayoría ciudadana en un territorio– de separarnos. Y regular esa hipótesis mediante procedimiento pactado, y si eso poder votarlo y poder consumarlo, por lo mismo que existen los divorcios, por sentido de la libertad, de la justicia y de la equidad.
Sin posibilidad real de partir peras, impera el dogma y el nacionalismodel Estado. Y los dogmas –lo sabemos– terminan justificando la arbitrariedad, el fin justifica los medios, el todo por la patria y las vulneraciones de derechos.
Libertad y violencia
Triste unidad la que se sella por la fuerza y la amenaza a la violencia. La Constitución del 78 entrega la llave a los militares. Eso determina el principio de realidad y al mismo tiempo la cuestiona, porque o una unión es voluntaria o se desmiente si es por pelotas.
Hoy podemos llenarnos la boca de que Navarra será lo que los navarros y navarras quieran, pero con la legalidad imperante, si el 90% de los habitantes de la Comunidad Foral quisiera ser independiente resultaría imposible, lo mismo que federarnos con la CAV, por poner otro ejemplo.
Ya sé que son hipótesis teóricas, y que estamos acuciados por imperativos inmediatos, pero la libertad es un concepto tan profundo como exigente y determina el terreno de juego democrático, que siempre se puede ensanchar. “La libertad sin empatía implica siempre egoísmo. Aquel que se siente libre de actuar sin tener en cuenta al otro, bien podría llamarse liberticida”, ha dicho el escritor David Uclés, autor de La península de las casas vacías. Estupenda reflexión extendible a muchos campos. También este, en ambos sentidos.
Reglarse como adultos
Hasta las parejas mejor avenidas deben contar con un marco regulatorio del divorcio, por si un conflicto no tiene vuelta atrás o las desavenencias pasan de castaño oscuro. El derecho político a decidir debería liberar la posibilidad de desgajarse desde una asunción negociada y plural, pues hay muchas formas de sentirse vasco, catalán o gallego. En todo caso, a estas alturas de la película hay que preguntarse a qué juegan Ernai, Sortu y EH Bildu si de verdad se creen, como dijo Otegi, que no están para articular “minorías intensas” sino “grandes mayorías sociales y populares”. Si EH Bildu no marca claramente la posición a Ernai el éxito del que presume la coalición correrá un serio riesgo; la llamada de Laura Aznal a la unión de “soberanistas vascos y otros demócratas progresistas” quedará en agua de borrajas, y la extrema derecha, que ya saliva viendo al PSOE fenecer, se reforzará aún más.
Hay que preguntarse a qué juegan Ernai, Sortu y EH Bildu si de verdad se creen, como dijo Otegi, que están para articular grandes mayorías
La libertad es siempre de ida y vuelta. La plurinacionalidad también. No están los tiempos para hacer el tolay, ni para boutades, ni para desaprender lecciones básicas. Tampoco para justificaciones peregrinas. El liderazgo que se reclama a todo el mundo se demuestra andando, sin excepciones y sin tener que comulgar con ruedas de molino.