Discuto con Altube, viejo amigo de resacas y banderías, sobre la gentrificación del Casco Viejo. Él, que lleva toda la vida viviendo en la Curia, dice que no es para tanto. –Mira Donosti– me dice. –No empecemos– le digo. Luego reconozco que ese comparativo y esquivo “mira Donosti” funciona como un mantra exculpatorio en boca de políticos y técnicos de la industria turística de esta ciudad. Porque la “Marca Pamplona” pareciera una patente inocua y ajena a los efectos gentrificadores sobre el Casco Viejo.

Entonces, le digo a Altube que en la calle Mercaderes 18 se está reproduciendo un ejemplo más de lo conocido como la financiarización de la vivienda. Vidaurre Group, una constructora navarra con varios tentáculos especulativos, es propietaria de ese edificio el cual quiere convertir en un bloque de 11 apartamentos turísticos. De hecho, tiene licencia para ello. La consiguió antes de la suspensión municipal de nuevas autorizaciones en el Casco Viejo. Vaya casualidad. El problema era cómo expulsar a ese inquilinato resistente a un modelo especulativo donde la vivienda funciona como una mercancía. Pues con un estrangulamiento disfrazado de amable abrazo. Pero no cuela. Hoy, el movimiento #Mercaderes18 es una trinchera contra la turistificación del Casco Viejo.

Sus vecinos y vecinas llevan tiempo resistiendo a esta propuesta de turistificación residencial que se encadena con el resto de procesos ya iniciados en el barrio: especialización del uso del suelo orientado hacia actividades de ocio y consumo turístico, incremento de la rotación de los locales y retroceso del comercio de cercanía, especulación residencial, hostelerización, masificación, rediseño de un barrio franquiciado al servicio de un residente de paso, gourmetización de numerosas tiendas “de toda la vida” y una homogenización espacial que desnuda el conflicto de clases.

Amén, dice un Altube molesto. –No, le digo,– gentrificación de manual.