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Editorial

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¿Es posible un pacto climático?

La propuesta de pacto de Estado frente a la emergencia climática no dispondrá de terreno fértil mientras el debate ambiental siga presentándose en términos de trinchera ideológica instrumental

¿Es posible un pacto climático?

Pedro Sánchez hizo este miércoles un llamamiento a alcanzar un pacto de Estado frente a la emergencia climática en un momento en el que está en cuestión si puede ser algo más que un mero relato preelectoral. El Gobierno de PSOE y Sumar plantea un acuerdo para afrontar sequías, inundaciones e incendios con medidas de indudable lógica urbanística, como limitar la edificación en zonas inundables, con nuevos planes hidrológicos o una red de refugios climáticos urbanos. El problema no es el contenido sino el contexto político.

En 2021 se aprobó una Ley de Cambio Climático contra la que solo votó la ultraderecha de Vox. Sin embargo, la abstención del PP de entonces no parece ser reproducible ahora, en tanto ha recibido la propuesta calificándola de “cortina de humo”. Junto a él, Vox milita en el negacionismo climático, llegando a usar los episodios de fenómenos atmosféricos extremos como munición contra las políticas verdes, a despecho del consenso científico. Esa deriva sitúa muy lejos la posibilidad de un auténtico pacto de Estado, aunque en el pasado populares y socialistas sí firmaron declaraciones conjuntas sobre cambio climático y prevención de incendios. Hoy ese consenso es impensable.

El partido de Núñez-Feijóo, presionado por Vox y por los gobiernos autonómicos que han compartido, ha optado por minimizar la urgencia climática, lleva su oposición a las restricciones ambientales al marco de la Unión Europea y utiliza las agendas de desarrollo sostenible –definidas en el consenso de Naciones Unidas– como amenaza para agricultores, transportistas o industria, hasta alinearse con Vox en votaciones clave en las instituciones europeas.​

Si el pacto de Estado busca anular la recalcitrante literatura de la oposición negacionista, no hay margen para ser optimistas. Sí cabría sobre el papel un acuerdo con el bloque de investidura desde la lógica de la sensibilidad ambiental y el pragmatismo en aquellos territorios expuestos al riesgo climático, como los litorales. La cuestión de fondo es si el clima puede dejar de ser campo de batalla cultural, una trinchera ideológica que imposibilite avanzar en una estrategia eficaz a largo plazo, sometida al revisionismo de cada ciclo electoral. Los territorios y las personas ya viven en primera línea de la crisis ecológica pero ese escenario no decanta aún su voto.