Hola Mª José, me ha costado ponerme a escribir esta carta, pero os debía a ti personalmente y a tus compañeros de Bidare.
Me has acompañado y orientado en un momento importante en mi vida, y en esos encuentros me has transmitido paz, tranquilidad, confianza y seguridad. He aprendido en tu compañía a vivir mi separación, a entender muchas cosas que me han pasado, a sentirme fuerte con mis hijos y a no derrumbarme en los momentos difíciles.
No conoces personalmente a mis hijos, pero estoy seguro que con todo lo que hemos hablado de ellos los reconocerías enseguida. Ellos también te agradecen tu ayuda con un beso, sí de esos que les encantan dar, esos besos que transmiten cariño, confianza y dicen gracias por haber estado ahí con mi aita y con nosotros.
Fíjate qué diferencia, estoy seguro que tú, Mª José, reconocerás a mis hijos, a mí y a todas esas personas que en su sufrimiento han acudido a Bidare en busca de ayuda. A diferencia la Iglesia, a quien pertenece Bidare, cierra un centro de ayuda a personas, en muchas ocasiones sin posibilidades económicas y con grandes sufrimientos personales. Tristemente, esta Iglesia sigue abandonando a sus hijos, no ve el sufrimiento, no le son rentables, no los reconoce como no reconoció a Jesús y por ello fue crucificado.
Gracias Mª José.
Gracias Bidare.