El pasado viernes 23 de septiembre fue publicada, en esta misma sección, la carta de un escritor navarro en la que se quejaba de haber sufrido acoso y una campaña mediática en su contra.

Todavía estoy tratando de asimilar estas palabras. ¿Acoso? ¿Campaña mediática? ¡Por favor! Usted escribió una carta en la que iba más allá de la opinión respecto a la Ley de Muerte Digna y en la que insultaba abiertamente al señor Alfredo Pérez Rubalcaba y le ha contestado más de una persona, pero nada más.

Para refrescar la memoria, reproduzco textualmente sus palabras: "Y a él (refiriéndose al señor Rubalcaba), ¿por qué no le abortaron? ¡Con la de problemas sociales y morales de los que nos habrían librado sus padres!". "Menos mal que no le vamos a votar porque para aborto, él". Eso va más allá de la opinión y cae en la descalificación o el insulto del que, para más inri, usted ha dicho ser víctima y eso es totalmente falso.

En ningún momento le taché de inculto, pero sí que dije y lo reitero que, tras mostrar sus deseos para con el señor Rubalcaba, no tenía sentido alguno decir: "En Navarra le llamaríamos borde". Ante tal atropello lingüístico vi dos posibilidades: o que usted tenía el léxico pobre, o que realmente no era consciente de lo que había escrito. Supongo que tras escribir en su nueva carta que posee cuatro titulaciones universitarias y que habla siete idiomas, queda descartada la primera opción, así que habremos de quedarnos con la segunda.

Yo no voy a decir las titulaciones que poseo ni los idiomas que hablo, eso pertenece a mi vida privada y no necesito alimentar mi ego viéndolo publicado. Sí le diré que no hay tanta distancia académica entre usted y yo, a pesar de que tengo 37 años menos.

Eso sí, no he publicado libros ni creo que lo haga. Me encanta leer pero no escribir, ¡qué se le va a hacer!

En su carta dice que le molestó que se escribiesen su nombre y apellidos. Siento haberle ofendido aunque no comprendo el motivo de tal ofensa. Cuando alguien se dirige a mí, me gusta que lo haga de una forma directa, y ésta es la forma más directa que permite una carta. No volveré a citar su nombre, no se preocupe.

En esta su última carta, cita el triste caso de Ramona Estévez. Estoy de acuerdo en que no es deber del médico dejar de alimentar a alguien en fase terminal, pero ¿es acaso su deber el prolongar su agonía alimentándole hasta que muera de infección, encharcamiento pulmonar, etcétera? ¿Dónde queda la voluntad de Ramona y su derecho a decidir sobre su vida y su muerte? Mejor dejarlo por escrito para que nadie tenga dudas al respecto?