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Soledad del presidente

Siendo todavía presidente y secretario general del PSOE, a Zapatero le molesta sentirse apartado, por razones de estrategia electoral, del poder que ha ostentado durante más de siete años en Moncloa.

Como el presidente renunció a la reelección, su figura se ha devaluado y los varones históricos de su partido prefieren que no asista a los mítines de Rubalcaba y ejerza el resto de su mandato sin ningún contacto con el electorado, y por ello se siente arrinconado al olvidar su mala gestión como presidente y el resentimiento que los electores le tienen por su muy cuestionada y negativa política nacional que sangraba las economías sociales más precarias, entre las que se halla la del que suscribe y su entorno, sin ánimo de ensañamiento pero sí muy sentido.

Pero el poder es muy tentador, y si aún se posee, al presidente le es muy difícil resistirse al morbo de intervenir en gestiones que antes le eran muy habituales, poniendo en riesgo las nuevas directrices, cambio de imagen y programa electoral del candidato que él aceptó.

Éste es el peligro que tiene el PSOE y el candidado Rubalcaba en cuanto a tener fisgoneando a ZP, aburriéndose con su ahora muy reprimido egocentrismo. Es comprensible que vean más beneficioso el tenerle callado, que utilizando su talante ya agotado y nostálgico con deseos de recuperar lo ya insalvable, aunque en el fondo él se lo ha buscado y debiera ser consciente del nada extrañable vacío de su entorno aún influyente, que no tiene nada de inhumano y sí de reparador del camino que ha dejado lleno de maleza política, a la que hay que podar para que salgan los nuevos brotes verdes que él tanto defendió.