Carta de apoyo de Emilio Gutiérrez Caba
En este extraño mes de diciembre lleno de puentes y fiestas me llega una noticia alarmante: la Escuela Navarra de Teatro de Pamplona está amenazada de cierre. No debería sorprenderme ya nada o casi nada a estas alturas de mi vida, pero nuestros ¿administradores? cada vez me preocupan más. No saben de historia, no quieren saber de historia, no quieren aprender de los errores de generaciones enteras aferradas a la idea de ignorancia e incultura y vuelven a caer en las mismas trampas de siempre. La Escuela Navarra de Teatro, como otras muchas escuelas de teatro y de cultura, es el futuro de una sociedad mejor, menos tramposa, menos amante del dinero, más trabajadora, mas íntegra, más imaginativa, más creativa. Comprendo que a ustedes administradores les preocupe la formación de una sociedad. En la formación está la verdadera libertad, no en la especulación sino en el amor a las cosas: a la música, a la pintura, al teatro, a las artes y a las ciencias, metas hoy muy alejadas de la sociedad en la que vivimos. No se preocuparon en su momento de atajar la especulación, el compadreo, la golfería generalizada y ahora, como diría el personaje de Valle-Inclán, se ponen ustedes "estupendos" y atacan a los más débiles suprimiendo subvenciones culturales vergonzosas para un país europeo en donde hasta el futuro presidente del Gobierno pretende, al parecer, acabar con la propiedad intelectual ¡Qué visión de futuro tan alentadora! Está claro que tantos años de esfuerzos de profesores y alumnos en Navarra o en cualquier punto de España por enseñar y aprender teatro pueden irse al garete con la suspensión de una ayuda, con el cierre de un local, con el impago de una beca, pero les aseguro, señores administradores, que no van a lograr que las ilusiones de tantas mujeres y hombres se acaben, que pueden estar años manteniendo esa política soez con la cultura que suelen mantener, pero que no la callarán nunca, que volverá a salir adelante y que, cuando ustedes ya no sean nada, ella volverá a ser lo que siempre ha sido: el orgullo de un pueblo, la razón de una idea, el respeto a la vida y a los seres humanos.
Hagan que me equivoque y les pida perdón, no cierren esa escuela ni ninguna. Cierren bancos, embarguen cuentas millonarias, hagan que de una maldita vez creamos en ustedes y recuerden que la historia no olvida, que las generaciones futuras no olvidarán a quienes les perjudicaron con sus decisiones, como yo no he olvidado.