No es de extrañar que la cultura camine por los derroteros que lleva. Todavía resuenan en mis oídos las quejas y los lloros del equipo consistorial cuando se eliminó a la vieja Iruña de la carrera por la capitalidad europea para 2016. Lo curioso es que al resto de los ciudadanos no nos extrañó lo más mínimo. Hace tiempo que los responsables culturales de Pamplona y de Navarra caminan de espaldas a la lógica y, lo que resulta más grave, a las necesidades ciudadanas. Se priman los macroproyectos faraónicos de alarmantes tintes personalistas antes de cubrir las necesidades más básicas de la cultura navarra. Tenemos un Baluarte carísimo, donde resulta casi imposible escuchar a los valores nacidos en nuestra tierra. Queremos levantar un museo sanferminero de dudosa viabilidad con una inversión brutal. O se nos queda paralizado un megapabellón cuya rentabilidad de uso quedará como los peajes, en la sombra. Pagamos un dineral porque el estadio del Sadar cambie de nombre... Para eso sí hay dinero. Pero para que un estudiante pueda ensayar durante las vacaciones de Navidad, no. Para eso no hay dinero.

Les cuento. Mi hijo ha estudiado música en la Escuela Joaquín Maya y en el Conservatorio Pablo Sarasate. Continúa con su carrera en el extranjero, y como casi todo el mundo, vuelve a casa por Navidad. Despues de Reyes tiene un concierto de clavecín en Basilea, instrumento raro para estos lares, pero muy reconocido en Europa. Pues bien, como no tenemos el instrumento en casa y va a necesitar ensayar, he solicitado un aula en la Escuela Joaquín Maya, y cuál es mi sorpresa cuando me dicen que no hay ningún problema, pero que tengo que abonar 10 euros por hora solicitada. Teniendo en cuenta que había solicitado cuatro horas cada día hábil, son ocho días, pues salen los ensayos por 320 euros. Inaudito. En estas ocasiones es cuando resulta indignante verles presumir de infraestructuras y notar cómo te exprimen el bolsillo.

Sin querer entrar en comparaciones odiosas, resulta que el Conservatorio de Donostia (capital cultural 2016) le facilita sin ningún coste ni condición los ensayos, con la única gran pega de los desplazamientos diarios.

Quede la presente como denuncia para que quien tenga que cambiar algo lo haga. Y es que, como en todo, también en la cultura el movimiento se demuestra andando, y de verdad que aquí estamos anclados en el desatino. ¿De quién es la culpa?