Sobre todo a los jóvenes, porque los viejos ya saben de qué hablo. La historia nos ha impuesto a gente que, sin nuestro permiso, nos ha mandado desde que nacimos. Tres de ellos gallegos: Franco, Fraga y Rajoy. Fraga le escribía los discursos al dictador Franco, firmó sentencias de muerte y torturas, mandó matar en el monte y en la iglesia. "La calle es mía" es su sentencia más popular. Y ahora quieren hacernos creer que somos demócratas gracias a él. Se hizo demócrata en contra de sus convicciones obligado por la muerte del dictador, por la presión popular y porque alguien mandó al nido del cuco de los Jesuitas al almirante Carrero Blanco. Estos son los hechos.
Jóvenes gallegos, todo esto no es sólo por ser gallego, porque Fraga tenía de segundo apellido Iribarne, su madre era vasca (navarra) de caserío, vasco-francesa. Fraga se enorgullecía de su pobre madre, porque (es mentira): "Nos enseñó el idioma francés y no el vascuence, porque es una lengua muerta". Católico, fascista, español y autoritario, nos dejó como legado a su pimpollo preferido, una hiena de jeta amargada, el inculto inspector de Hacienda José María Aznar, también con ascendencia vasca. Como veis no es cuestión de galleguismo o vasquismo. Cuento esto para general conocimiento, porque los medios marean la perdiz sin hincar el diente y todo son paños calientes. Ha muerto en la cama como Franco. Es la prueba sangrante del tipo de justicia que nos gobierna en el tan cacareado Estado de derecho. "Por los hechos los conoceréis", proclamaba su amado Jesús Cristo.
Que no descanse en paz. Agur, Iribarne.