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¿La globalización preocupa realmente a los obispos?

La edición en castellano y la salida a la venta de una obra de ciencias sociales muy importante (la reciente de Dani Rodrik La paradoja de la globalización. Democracia y el futuro de la economía mundial lo es) pronto consigue dividir a los intelectuales del país en dos grupos: 1) el de quienes la leen, analizan, comentan, citan, y hasta quizás publican o reseñan algún comentario -favorable o menos- sobre ella en la prensa diaria, o blogs, o semanarios, o revistas universitarias o tertulias de radio y de televisión; y 2) el de quienes de alguna manera parecen desacreditarse a sí mismos como tales intelectuales no atendiéndola ni analizándola. Una obra de ciencias sociales muy importante resulta ser fichaje obligado para cualquier club de bibliotecas públicas, municipales o universitarias; para cualquier club cultural relevante. Al dar mucho juego, su adquisición atiende y satisface a los socios bien informados, al usuario y público adulto en general.

Si además esta obra ha captado la atención de algún obispo y es capaz de promover el más mínimo comentario dentro de una reunión de la Conferencia Episcopal Española (CEE), entonces, digámoslo abiertamente, ¡se ha producido un milagro! Porque, reconozcámoslo, los obispos, en sus reuniones periódicas que hacen seguimiento tanto de las iniciativas de la jerarquía como de los problemas morales y de culto que afectan a sus fieles, no tienen porqué demostrar estar al tanto de las obras más logradas del pensamiento moderno, aunque estas obras analicen problemas importantísimos que afectan tanto a sus fieles (atentos a los beneficios de los evangelios) como a sus menos fieles (atentos al evangelio de los beneficios). Que afectan tanto a las generaciones presentes como a futuras.

Ese terreno de estudio y de análisis de las ciencias sociales, y de las ciencias en general, lo dejan casi siempre para los laicos. ¡Qué contradicción supone quejarse luego amargamente del laicismo que nos invade!