LA película de Scorsese La invención de Hugo relata la historia de un niño huérfano que cumple su destino para llegar a ser adulto. De paso nos muestra los comienzos del cine con el mago Georges Méliès. Un cuento maravilloso podía haberse permitido muchas licencias, pero todo lo que se cuenta -excepto la peripecia de Hugo- es básicamente correcto. Ben Kingsley se le parece, el estudio de cine -el primero en la historia- es idéntico. Las recreaciones de los rodajes de Méliès son muy precisas. Los insertos son indistinguibles de las verdaderas películas que nos han llegado hasta hoy.

Scorsese nos cuenta que Méliès desapareció del cine para recluirse en una modesta tienda de juguetes porque la I Guerra Mundial acabó con su industria, reciclando el celuloide de sus películas para la industria química. No es del todo cierto. La guerra del 14 al 18 no hizo sino acelerar la crisis. La guerra terminó con la agonía de una empresa en declive por dos razones que hacían inevitable su retirada del cine. Una fue que sus maravillosos divertimentos habían sido narrativamente superados. Solamente la primera etapa de Méliès es cine visual muy estimable. Diez o quince años después, estando el cine en plena expansión, intentaba amoldarse a los nuevos gustos y tendencias, pero su producto ya no estaba a la altura, eran películas que parecían mal teatro filmado. El Méliès bueno es el de los sueños y fantasías visuales que vemos en la película de Scorsese. La segunda razón de su crisis fue la piratería. Copias e imitaciones sin fin, sobre todo estadounidenses, iban cerrando los mercados. Le copiaron hasta el logotipo de su productora y no tuvo instrumentos para luchar contra la competencia desleal. La guerra solamente certificó el cierre y destruyó parte de su obra.

¿Hubiera podido Méliès superar estos problemas? Lo dudo. La piratería era producto del crecimiento acelerado de una industria en un mercado nuevo cuyas reglas todavía eran las del espectáculo del siglo XIX. Y su creatividad se anclaba también en ese siglo; él estaba más cerca de las comedias de magia y de las proyecciones con linterna mágica que del cine propiamente dicho.

Hoy pasa algo parecido con una industria y unos creadores obsoletos ante las oportunidades de Internet. Me viene a la mente Méliès, ahora que este mes empieza anonymous, una campaña contra las industrias del cine, música, editorial y videojuegos; no comprar productos todo el mes para protestar por el cierre de webs sin procedimiento judicial. La cuestión es que el cambio social implica cambios en el mercado, en sus regulaciones, en el modo en que se relacionan los diversos actores. Y esto va más allá de defender un modelo obsoleto de negocio o de querer apropiarse de la obra de un creador.

Iurgi Sarasa