"Tenemos que cubrir las necesidades", esta frase se oye tanto entre los trabajadores como entre los administradores o gestores. Necesidades, de necesidad, también se ha empezado a oír desedidades, de deseo, también se podía decir banalidades, de banalidad. Banalidad, en la época feudal, designaba una serie de monopolios señoriales, como los del molino, la almazara, el horno y la fragua, que eran de utilidad forzosa (necesaria) para los habitantes del dominio. Poco han cambiado las cosas, ahora en el siglo XXI, siguen existiendo refugios económicos para nuestros administradores o gestores (políticos), no son otros que las empresas que cubren nuestras necesidades, deseos o banalidades (empresas de energía, empresas de telefonía...). Solo ha cambiado un poco la rudeza de las maneras; ahora, sigilosamente, nos envuelven en sus promesas preelectorales y todos nosotros volvemos a creer en ellos.
Las personas que cubren la necesidad de comer aspiran a cubrir otras, pero yo no creo que para ellas sean triviales las que les van apareciendo y no deberían ser los que tienen cubiertas ya otras necesidades, digamos en escalafones superiores (chalets, segundas viviendas, apartamentos en lugares exóticos, un barquito para navegar y sacar el estrés, inversiones en Bolsa...) los que deban juzgar y resuelvan si resulta que con el dinero de su trabajo (impuestos) deban tener deseos de cubrir sus necesidades y/o banalidades. Por todo esto y alguna cosa más, creo que la gestión de nuestros recursos no ha estado ni está en buenas manos y creo que debería realizarse teniendo en cuenta todos los sentires y pareceres. Cuando llega un partido al poder, cambia la estrategia que el anterior había elegido, entiendo que cada uno debería ser fiel a sus principios filosóficos, políticos y sociales, pero hoy en día nos demuestran que se han perdido. Solamente el dinero es el que maneja las conciencias.
Vale ya, hay que dar un golpe en la mesa y exigir un cambio de rumbo, hay que participar llegando a acuerdos. Todos tenemos necesidades y derecho a cubrirlas. Existe riqueza para todos, pero bien repartida. Debe llegar para todo el mundo y ser capaces de saber discernir lo que nos puede ser prescindible. No ser angurrientos y egoístas. ¡Ojalá fuera tan sencillo! Si de nosotras dependiese, de las 142 que nos vamos a la calle en breve por la privatización de las cocinas hospitalarias, que todo se arreglara y volviese a florecer la gestión de Osasunbidea. Pero me temo que así como no nos han consultado ni respetado para decidir hacerlo, van a ir realizando recortes y ajustes. Quizás es que sólo piensan en sus necesidades, deseidades y banalidades.