El pasado 11 de septiembre, en la Diada no vimos partidos políticos, ni proclamas sociales o económicas, lo que vio el mundo entero fue la expresión del único sentimiento que puede y debe expresar un pueblo al que, como Euskadi, no se le permite vivir en libertad. Y ese pueblo dijo: Independencia.
Mañana, cuando el pueblo catalán sea una nación reconocida, elegirá democráticamente ser de derechas, de izquierdas o de centro, pero hoy pide ser una nación.
Entre los manifestantes de la Diada había personas de muy variada ideología política, social y económica, pero no salieron a definir cómo quieren su nación, salieron a decir que quieren ser nación. Tiempo habrá después para definirla y construirla.
¿Qué valor tiene meterse a profundizar, debatir y aburrir a un pueblo sobre los mil y un modelos de estado, si ese no es tu Estado?
Toda reivindicación, por justa que sea, carece de valor si no se te permite llevarla a cabo en el seno de tu concepto de nación o estado.
La independencia es incomprensible para quien no la siente, y al mismo tiempo es el sentimiento más profundo para los que, como yo, nos sentimos un pueblo diferenciado, dejando claro que nunca un pueblo es mejor ni peor que otro, simplemente es diferente y quiere vivir como tal en buena armonía con el resto de pueblos.
Espero y deseo que los partidos políticos, sindicatos y demás organizaciones abertzales aprendan de una vez por todas que nos aburren con sus mil proyectos y sus continuas discusiones absurdas. Aprended cómo hacer feliz a un pueblo y tirar todas vuestras diferencias a la ría, porque los abertzales, hoy, solamente queremos ser independientes.