Yo, de profesión, manifestante. Es en lo que creo y a lo único a lo que me dejan dedicarme. No puedo seguir estudiando, porque aunque vocación, ganas y capacidad tengo, dinero no me sobra para invertirlo en másteres. No puedo viajar al extranjero porque han desaparecido las becas que antes me podrían haber bridado esa oportunidad. No puedo trabajar, tal y como las listas de parados indican, y mucho más si os cuento que soy maestra y la educación pública, además de estar en peligro de extinción, no abre las puertas a nuevos graguados/as de nuestro fantástico Plan Bolonia. No puedo casi ni ponerme enferma, porque de lo poco que trabajo no cobro bajas, las listas de espera en sanidad hacen que o bien muera en ella o se me pasen los males, y la sanidad pública, también en peligro de extinción, me pide más dinero por los medicamentos.
Lo más triste es que no me dejan ni los lunes al sol; por una parte, porque cara al invierno es complicado en Iruña (¿volverá el juez Mordor tras darle permiso al sol unos meses? Eguzkia askatu!) y, por otra, porque no nos dejan ni prensas escritas ni páginas webs para leer (Egunkaria, Ateak Ireki?). Tampoco me puedo dedicar a la repostería, porque si el merengue me sale un poco duro, van de 6 a 9 años de cárcel. Así que no me han dejado otra opción: de profesión manifestante, pues ser parada de brazos cruzados es ya demasiado ordinario. La parte positiva es que esta profesión me permite combinarla con la lucha por los Derechos Humanos (siempre y cuando no tengan que ver con los que en este Estado se violan, entre otros, la reciente violación a la libertad de expresión o bien la lucha por los Derechos Humanos de los presos/as vascos). Además, puedo dedicar tiempo a la familia, amigos/as, aunque solo con algunos, pues otros muchos están a cientos de kilómetros encerrados por tirar botes de pintura o trabajar por las fiestas populares. Y también con el ocio, aunque tengamos que pagarnos los locales que los diferentes ayuntamientos nos prohíben.
Para estas Navidades, un deseo: dos dedicos de frente para cada persona y un llamamiento al cambio de profesión: de parados/as, trabajadores/as, a personas luchadoras. Y a Olentzero, Papa Noel, Santa, Los Reyes y el Ratoncito Pérez, un poco de empatía y socialismo. Felices ¿fiestas?