Parece ser que el Gobierno de Navarra pretende, por motivos medioambientales, prohibir la escalada en el roquedo de Etxauri, no solo en los periodos de nidificación de las aves, sino durante todo el año.

Los pájaros tienen derecho a ser respetados en sus hábitats naturales, pero también las personas a escalar, en el ejercicio de una de las más selectas actividades deportivas que implica igualmente responsabilidad y sentido de la aventura. En Etxauri esto viene desde antiguo. Unos desconocidos animados de ese sentimiento que empuja al ser humano (irresponsables para la gente sensata), presumiblemente canteros del mismo valle cuyo nombre desconocemos, subieron no se sabe cómo a la peña de El Cantero, de graduación en la escala técnica como difícil (y entre escaladores sabemos lo que esto significa).

Como prueba, para que nadie lo dudase, colocaron en su cumbre una pequeña cruz de hierro con dos cencerros colgando de los extremos de sus brazos y unos números forjados indicando el año en que hicieron su anónima proeza: 1728. No conocemos más. En 1902, otros que tal cuyos nombres sí que sabemos, sintieron curiosidad por la misteriosa cruz que allí estaba desde siempre, sin saber quién la había colocado. Estuvieron a punto de romperse la crisma pero consiguieron subir y descender sanos y salvos.

Y el asunto continúa. Hoy, con infinita más técnica y equipo, aunque con el mismo espíritu inquieto, se sigue venciendo la verticalidad de las peñas. Como se ha dicho en el escrito remitido al Gobierno de Navarra que firmamos en Etxauri el pasado día 16, la escalada ofrece valores que superan lo meramente deportivo, así como un sentido del respeto y una particular relación con el lugar. Las vías de ascensión, muy bien equipadas y que ahora peligran ser olvidadas, no son meras instalaciones deportivas sino una manifestación de nuestra cultura moderna y de nuestra historia deportiva. Merecen un reconocimiento y deben ser respetadas. Para los jóvenes suponen su envidiable terreno de juego, y para los veteranos una referencia de nuestra juventud, fuente de amistades imborrables, donde volcamos a nuestra manera un peculiar afán de superación.

El proyecto de prohibir allí la escalada debe ser estudiado como se merece para conciliar los intereses que se debaten en este asunto, confiando en que no llegue a ser conflictivo.