De un día para otro, solo han de pasar 24 horas para que una noticia de envergadura pierda paulatinamente su interés y se haga vieja. Son los medios de comunicación quienes manejando los hilos con interés pueden cercenarla o seguir manteniéndola latente.
Parece que fue ayer cuando el PSN dijo no a la moción de censura contra Barcina, sucedió hace mucho tiempo cuando la infanta Cristina fue imputada por el juez Castro, están en el olvido los famosos trajes del señor Camps. Todas las noticias tienen su fecha de caducidad, pasan a engrosar las hemerotecas y los archivos y legajos de los juzgados o la Audiencia Nacional.
Resulta curioso que los políticos hayan creado esa ley universal para que los delitos universales o aquellos que causen prejuicios a países importantes económicamente prescriban o no sean juzgados en el territorio, Estado o país que los denuncie. Pasan y pasan días y los armarios, cajones de escritorio y un sinfín de bandejas de juzgados recogen papeles de denuncias, atestados que van acumulando polvo e historia. El sobreseimiento, los indultos y el archivo de la causa son los iconos de cabecera que presiden los despachos de justicia, incluso los recursos y contra recursos pueden llegar a paralizar las acciones judiciales y pasar a resolverse en épocas futuras. Nos engañan con chivos expiatorios, como el presidente de la CEOE o el tesorero del Partido Popular, que pasan unas jornadas en el sistema carcelario para calmar los ánimos de la conciencia social que reclaman justicia a diestro y siniestro.
Tal vez sería del todo punto de vista prudente y necesario comenzar a publicitar en la prensa nombres de políticos, jueces y demás altos cargos que, por su trayectoria personal y profesional, sean dignos de tener en cuenta por sus gestiones públicas honestas, rigurosas y diáfanas con el erario público. Que no caduquen las noticias de cariz político, la sociedad está en su derecho de conocer y de seguir la proyección de todos los actos públicos denunciados hasta el final haciéndoles merecedores a quienes así gestionan nuestro dinero nuestro agradecimiento o nuestro desagrado.