Soy de Pamplona y vivo en Bilbao. Llegué a mi nueva ciudad en plena Aste Nagusia el pasado agosto de 2014. Durante esos días se instalan en El Arenal las famosas txoznas, carpas donde dan conciertos. Y allí fui yo para disfrutar de la Semana Grande. Una de las txoznas en las que más me divertí fue una que tenía colgadas las banderas de Escocia, Palestina y Euskadi. Esa fue mi primera carta de presentación de los vizcaínos. Una imagen que me decía: nosotros somos abiertos, cosmopolitas. Y es así. Consideran que una forma de valorar y preservar lo autóctono es fomentar el intercambio cultural con lo foráneo. Allá se invitaba a todos a aprender de los escoceses, de los palestinos y de los vascos; a aprender su historia, a compartir sus tradiciones, intereses y creencias. A defender, en definitiva, la cultura de esos pueblos de ese invasor extranjero llamado globalización que uniforma y empobrece las culturas minoritarias. Por eso en el País Vasco son universales.

Conozco a un mallorquín que tiene carácter euskaldun por su amor a lo local, con apertura a lo global. Nació en 1713 y, a sus 55 años, decidió darlo todo por la defensa de las minorías indígenas en California. Hablo de Junípero, un fraile de estereotipo: sencillo, franciscano, regordete y con calva. Y lo que hizo fue lo que se hacía en la carpa de El Arenal: compartir tradiciones, intereses y creencias con los indios nativos de allí. Solo que en vez de una txozna construyó nueve centros de intercambio cultural para el desarrollo y preservación de los pueblos nativos. Esos centros se llamaban misiones. Fray Junípero Serra tenía bien claro que así como su Mallorca natal tenía un pasado greco-romano, musulmán y judío, los californianos tenían una cultura y una historia propia, mucho antes de que llegaran los españoles. Y sabía también que en las misiones que él fundara esa cultura debía persistir.

A partir del siglo XIX, el desmantelamiento de las misiones por el Gobierno de México, primero, y después la fiebre del oro, la conquista del Oeste por parte de Estados Unidos, y la actitud clasista de un gran número de ciudadanos; hizo que la población indígena fuera “diezmada y despojada, forzada a instalarse en campos más improductivos y en un sistema de trabajo que explotó a los obreros” hasta que desaparecieron “todos los derechos que habían conservado bajo el mandato español y mexicano”. Así se remarcaba en una exposición que hubo en Los Ángeles sobre Fray Junípero, en 2013, al cumplirse 300 años de su nacimiento.

Mucha gente no sabrá la importancia que tuvo el trabajo de Fray Junípero, porque mucha gente olvida a las minorías. Pero me alegra que al menos el papa Francisco lo reconozca y lo proponga como modelo a todos los católicos declarándole santo el próximo septiembre en su visita a Estados Unidos.