He pasado tres años como administrativa en el centro de salud de Burguete. Tiempo suficiente para ser testigo del dolor que dejan tras de sí la enfermedad o la muerte, y, al mismo tiempo, el brindis al futuro que supone un nacimiento en cualquiera de sus pueblos. Momentos intensos que me han servido para conocer mejor la importancia que allí tiene cada persona, cada familia, cada historia. Ahora sé qué es el temido hielo negro, el ahogo que provoca estar rodeada de paredes blancas y el sonido estremecedor que hacen sus bloques cuando caen del tejado; la frustración y el desamparo que supone estar sin electricidad durante muchas horas; el extraño silencio que acompaña al frío a muchos grados bajo cero.

Pero, al mismo tiempo, también he conocido la hospitalidad sincera; la fortaleza de su gente; las llamadas al centro sólo para saber si había llegado sana y salva; los mensajes al móvil a las siete de la mañana avisándome de incidencias (y que, sin duda, me iluminaban el camino) o el maternal “ten cuidado en carretera, mi chica”. Ha sido como estar en casa. Por eso, ahora que mi vida laboral va a tomar otro rumbo, sólo quería agradeceros de esta manera el cariño con el que me habéis tratado, la grandeza de saber que formas parte de algo más que simple trabajo, la inolvidable sensación de sentirme útil y valorada? Nunca la nieve había sido tan cálida ni tan amable. Metxi, bihotzez.