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Toros, Averroes y doble verdad

La raza bravía del toro debe su existencia a la propia existencia de las corridas de toros. Si no fuera por éstas, el toro bravo sería un manso estabulado y engordado durante un año para acabar en el matadero. Sin embargo, pasa cuatro años de su vida placenteramente en las dehesas a cambio de 15 minutos de ser puteado en el ruedo hasta la muerte. El mundo taurino genera una gran actividad económica, social y cultural y supone el modo de ganarse la vida de mucha gente. Todo cierto, como cierto es que las corridas de toros son un residuo arcaico de maltrato animal, denostadas por autorizadas voces intelectuales e inaceptable en una sociedad desarrollada del siglo XXI.

¿Cómo situarse entre las dos orillas de estos conceptos y no ser ahogado por las contradicciones? Averroes, entre otras cosas, filósofo, médico y matemático andaluz del siglo XII, ya dio con la solución: cuando la ciencia contradice a los postulados de la religión (que son infalibles) se establece la doble verdad. De esta manera, una verdad y su contraria pueden discurrir de manera paralela y sin conflicto para el individuo. Acogiéndose a la doble verdad de Averroes podemos asumir sin problemas la dicotomía de los toros. Así, una persona de ideas progresistas y en contra del maltrato animal, puede ser aficionado taurino (y en Pamplona solo ocho días al año). Averroes, un gran tipo.