(Poema en prosa)

España es un país cívicamente decepcionante.

Estamos tan acostumbrados a andar entre el barro y la basura que se nos han olvidado las características de los conceptos de limpieza y de democracia.

España es un país cívicamente aletargado, es un lagarto insensible a cualquier provocación que proceda del poder.

España es el país de la corrupción estructural, pero no sólo en su faceta unida a la economía.

Es el país de la propaganda informativa absoluta por parte de los multimedia nacionales, de la manipulación como norma y arma, de la objetividad sólo como señuelo y armadura. Es el país, por ejemplo, de la Radio-Candor Nacional de España y de la Teleidealización Española.

España es un país corporativista y cerrado, con miedo a la libertad. Lo es su universidad.

Lo son sus intelectuales. Lo son sus comunicadores viciados. Lo son todos aquellos que tendrían que dar ejemplo desde su alta función.

España es un país cívicamente cainita, maquiavélico e inquisidor. Lo ha sido, lo es, lo será mientras el lagarto del corporativismo sea nuestra enseña, mientras su arruga sea bella.

España no es una comedia, es un esperpento. Ahogamos al héroe, aupamos al villano, y siempre que lo hacemos nos crecen los enanos.

¿Lo mejor es dejarlo todo como está, no reaccionar ante la mentira como hilo conductor y ante el estraperlo como ética social?

¿Que la apatía, la indiferencia y la desmoralización sean nuestros valores? ¿Que una generación acrítica que deba pagar esta deuda social sea su conquista?