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El ángel de la guadaña

El ángel de la guadaña es una expresión simbólica que refleja una realidad viva y presente. No es un ángel malo o demoníaco, sino un señor de justicia. Toda su actividad se basa en esta realidad: el ser humano está preparado para rechazar los razonamientos, se piensa que todo en la vida es una competición deportiva y que su obligación es intentar ganar, oponiendo otros razonamientos para salir del paso.

El ser humano, salvo en raras excepciones, no tiene un objetivo altruista en la vida, sino un objetivo de vividor y aventurero egoísta. Siempre está deseando premios y reconocimientos humanos. Es decir, además de ser vividores quieren tener una reputación de buenos. Y entre todos forman una camarilla del mal.

Conclusión de esta parte. El ser humano (si no nació bastante bueno), solamente se vuelve relativamente bueno a través del dolor duro de la vida. Allí no puede oponerse con razonamientos, no puede salir vencedor tan fácilmente, y se ve obligado a rendirse, a sentir humildad y a veces aprende a rezar espontáneamente, se le ocurre pensar que puede existir un creador del universo y de la vida de los seres. Y siente que en ese momento debe rendir cuentas y pedir ayuda para soportar mejor el dolor.

Así pues, el ángel de la guadaña no es un ángel malo, sino un señor bueno que le obliga al ser humano a volverse parecido a su creador. Es decir, también bueno. ¿Hará falta esperar a la muerte para que llegue nuestro ángel particular de la guadaña?

Por ejemplo, si todos los políticos de Navarra tuviesen un sueldo neto como el que sufre la persona que tiene una pensión mínima, aunque haya cotizado 38 años, a lo mejor actuarían de otra manera y podrían evitar verse pronto a mala cara con el ángel de la justicia. Su costumbre es hacer que las circunstancias le traigan a la persona una serie interminable de dificultades graves, como en el santo Job de la Biblia.